Cada vez que atravieso un control migratorio en un aeropuerto siento una especie de satisfacción especial al pensar que mi pasaporte cuenta con un nuevo sello, testigo imborrable para los años venideros de mis periplos alrededor del mundo. Por eso me sentí un poco frustrado cuando después de ingresar y salir de Hong Kong comprobé que mi pasaporte seguía igual que antes. No había sello por ningún lado, y la única evidencia de que había estado en ese lugar sólo podría quedar en mi memoria. Y en esta nota, claro.
Sucede que el de Hong Kong es un caso extraño. Hasta 1997 fue una colonia británica que le había sido arrebatada a los chinos hacía más de 150 años, y después de muchas negociaciones se había llegado a un acuerdo para restituir la ciudad. Lo que hicieron fue medio raro, ya que decidieron que Gran Bretaña renunciaría a su posesión del territorio pero que a cambio China debería permitirle a Hong Kong ser independiente durante los siguientes 50 años. Algo así como ¨te devuelvo lo que te robé pero no lo podés usar¨. Es por eso que entrar a Hong Kong es un caso aparte de China, ya que hasta los chinos tienen que pasar por migraciones para ir. Por estas cosas es que ni se molestan en sellarte el pasaporte.
Hong Kong es una ciudad superpoblada. Si bien tiene más territorio virgen del que creíamos, al ser en su mayoría montañoso no se puede habitar y la población se concentra en pequeños núcleos urbanos. Es el cuarto país con mayor densidad de población del mundo (cantidad de habitantes por kilómetro cuadrado) y eso se palpa en la calle. Hay ríos de gente fluyendo en todas partes y a toda hora, haciendo que al caminar por sus calles se experimente una sensación similar a estar en la tribuna popular un día que Newell´s se juega el campeonato.
Hasta hace algunos años existía una zona llamada Ciudad Amurallada de Kowloon, que tiene el triste récord de ser el núcleo urbano con mayor densidad de población del mundo, con un promedio de un millón novecientos mil habitantes por kilómetro cuadrado. El lugar era un aguantadero de mafiosos, criminales e inmigrantes ilegales donde debido a la cercanía de los edificios no se filtraba la luz del sol en sus calles. Si bien toda el área fue demolida en 1993 en algunas películas como El Gran Dragón Blanco de Jean Claude Van Damme se puede ver cómo era.
Nuestra llegada al hotel fue digna de mención. Después de una exhaustiva búsqueda en internet llegamos a la conclusión de que el único alojamiento medianamente de bajo presupuesto sería en la Chungking Mansion, un edificio muy bien ubicado en la isla de Kowloon, la más habitada de Hong Kong. Nada más bajarnos del colectivo fuimos rodeados por un grupo de árabes, chinos y africanos que trataron de vendernos alojamiento, relojes, trajes, galletitas y drogas, entre otros. Franqueada esa barrera nos adentramos en una serie de pasillos estrechos rodeados de pequeños locales de todo tipo, intentando desesperadamente encontrar el bloque donde se encontraba nuestro hotel.
Como suponíamos, la habitación era de lo más pequeña que hemos visto en nuestra vida, con unas dimensiones que literalmente no nos permitían estar a los dos de pie al mismo tiempo. Pero eso no era lo único malo del lugar. Además del comité de bienvenida de la calle, el baño no tenía agua caliente (y en Hong Kong ya estábamos casi en invierno), había sólo un pequeño ascensor para los quince pisos de la torre que siempre había que esperar y el hombre encargado de nuestro hotel se la pasaba hablando a lo gritos hasta pasadas las doce de la noche. De terror, pero Hong Kong es tan caro y tiene tan poco espacio que es el único lugar viable para viajeros con poco presupuesto. Igual vimos algunas familias de gringos también. Miserables!
La diminuta habitación del “hotel”
La historia de la ciudad nos causaba curiosidad así que una de las primeras cosas que hicimos tras llegar y acomodarnos fue ir al Museo de Historia de Hong Kong, según algunos bloggers uno de los mejores de Asía en su especie. Así aprendimos que todo el problema entre China e Inglaterra comenzó a principios del siglo XIX, cuando ambos países tenían un fuerte vínculo comercial: los chinos les vendían té y los ingleses empezaron a ofrecer opio que sacaban de la India. Pero esto comenzó a traerle grandes problemas a China, ya que se desarrolló un importante circuito de tráfico ilegal y sus habitantes se convirtieron en importantes adictos a la droga, constituyendo alrededor de diez millones de consumidores.
Para ponerle fin a esto, en la década de 1830 el Emperador le ordenó al Comisionado Imperial Lin Zexu que acabara con los cargamentos de opio. Lin cumplió sus órdenes al pie de la letra pero esto irritó demasiado a los británicos, quienes no tardaron en declarar la guerra. Viéndose superados, el Emperador echó al bueno de Lin que sólo había seguido sus órdenes y puso a otro en su lugar para negociar la paz. Lo que negociaron fue la entrega de Hong Kong a los ingleses, que peligrosamente ya habían ocupado otras importantes ciudades chinas. Muy resumidamente, así es como Gran Bretaña llegó a tener una colonia al otro lado del mundo.
Además del museo, el primer día aprovechamos también a dar una vuelta por la Avenida de las Estrellas, una interesante caminata en la costanera donde imitaron el Paseo de la Fama de Hollywood y pusieron en el piso estrellas con los nombres (y a veces la forma de las manos) de personas famosas de la ciudad en la industria del cine. Entre los pocos que nosotros conocíamos podemos mencionar a Jackie Chan (actuó en Rush Hour), Jet Li (Los Indestructibles junto a Stallone, Schwarzenegger y toda la banda), Chow Yun Fat (Piratas del Caribe 3), James Wong (director de Destino Final 1 y 3 y de la pésima Dragonball Evolution), y el mítico Bruce Lee, que además de su estrella también tiene una estatua.
Si bien Kowloon estaba superpoblada tal cual pensábamos, los rascacielos que habíamos visto no era lo que esperábamos de Hong Kong. La mayoría eran muy viejos y se notaba en la fachada, con una húmedad incipiente en las paredes, vidrios rotos, ropa colgada de improvisados tendederos y cables atravesando el espacio aéreo sin orden alguno. La imagen que nosotros teníamos la encontramos en Hong Kong Island, una isla justo enfrente de Kowloon a donde se llega tras quince minutos de ferry. Allí sí los edificios son majestuosos, sus calles más ordenadas y limpias y se palpa la sensación de estar caminando por un gran centro financiero global.
Kowloon
Hong Kong Island
De ese lado del país fuimos a The Central Mid-Levels Escalators, supuestamente las escaleras mecánicas más largas del mundo con 800 metros de recorrido hacia arriba y una duración de veinte minutos. Pero no era tan así, ya que en realidad era una sucesión de escaleras mecánicas normales de las que tenías que bajarte, caminar un poco, subir a otra y así sucesivamente hasta llegar arriba. Como sucesión es la más larga pero no es una sola escalera mecánica gigante.
Un tramo cerrado de las escaleras. Exijo una explicación!
Vista nocturna de Hong Kong
La recorrida por Hong Kong Island nos dejó dos curiosidades. La primera fue el restaurante argentino que encontramos en la zona del Soho, el cual ofrecía platos tan conocidos por nosotros como una milanesa con papas fritas, pero a un precio excesivo de unos 40 dólares que nos privó de hacerle una visita. La segunda fue una fila de al menos media cuadra de gente que esperaba bajo la lluvia para entrar a una pequeña panadería llamada Jenny Bakery. Según pudimos averiguar, esta pequeña franquicia es famosa por sus exquisitas galletitas de manteca, y su popularidad ha crecido tanto que se formó un mercado negro, en el que montones de revendedores hacen las filas para comprar las masitas y después ofrecerlas más caras en la calle. Una locura como sólo puede ofrecer Hong Kong.
El último día en la zona lo aprovechamos para conocer Macao, una ciudad en un conjunto de islas cercanas a Hong Kong con una historia similar, ya que hasta 1999 fue colonia portuguesa y desde entonces es independiente, siendo ambos parte de lo que se conoce como Regiones administrativas especiales de la República Popular China. Aunque parezca ridículo tuvimos que hacer migraciones porque estábamos entrando en otro país, con el extra de que en Macao la visa para argentinos cuesta 100 patacas (moneda local, que equivale a unos 12 dólares), y hay que pagarla aun en el caso de que, como nosotros, sólo vayas a pasar allí un par de horas.
Otra cosa curiosa que nos sucedió fue que al ir a comprar el ticket de ferry en la estación de Hong Kong se nos acercaron revendores a ofrecernos impunemente sus servicios. En un principio nos negamos y fuimos directamente a la ventanilla oficial, pero allí sólo tenían para dentro de tres horas y nosotros queríamos aprovechar el día, así que nos rendimos ante los caranchos. Sorpresivamente, no sólo tenían pasajes para el siguiente ferry sino que lo vendían más barato. Cosas inexplicables que suceden de este lado del mundo.
Macao
Anteriormente dije que Hong Kong es el cuarto país más densamente poblado del mundo, y ahora agrego que Macao es el primero. Si bien la ex colonia portuguesa tiene menos habitantes (550 mil contra siete millones de sus vecinos ex ingleses), los mismos viven en una menor superficie, con un promedio de 18.428 habitantes por kilómetro cuadrado. Esto lo sentimos en la calle igual o peor que en Hong Kong, ya que Macao es un lugar muy turístico y encima nosotros fuimos un sábado, con lo cual avanzábamos a paso de hombre por veredas atestadas de gente que circulaba como un rebaño de ovejas. En cierto momento subimos a un sector más elevado y tranquilo de la ciudad y desde allí podíamos escuchar el murmullo de la multitud que llegaba a nuestros oídos como el sonido de un mar embravecido. Realmente nunca había visto una concentración de personas tan grande en la vía pública.
Pero ustedes pensarán, qué tiene de especial esta ciudad? Bueno, el centro histórico y sus calles adoquinadas con edificios de estilo portugués es muy lindo, pero la popularidad de Macao proviene mayoritariamente de ser conocida como Las Vegas asiática. Está llena de lujosos hoteles con imponentes casinos que atraen turistas de todo el mundo pero principalmente de China, donde el juego está prohibido. De hecho tiene más ingresos del juego que Las Vegas en Estados Unidos, y esto se debe principalmente a que a cuatro horas de avión de Macao vive casi ocho veces más cantidad de gente que a cuatro horas de avión de Las Vegas.
El Grand Lisboa, edificio con forma de flor
Calles históricas de Macao
Opera China en la vía pública
Nosotros dedicamos la tarde a visitar el centro histórico, lo cual nos llevó un buen rato entre la cantidad de gente y las cosas para ver. Cerca de las cuatro decidimos que ya estaba bien de cultura y nos pusimos en marcha rumbo a los casinos, los cuales se encontraban en una isla diferente a la que estábamos. Es que a diferencia de Las Vegas que concentra todo en una sola y larga calle, en Macao los centros de juego están bastante dispersos y todavía se están construyendo más, con lo cual es un poco difícil conocerlos todos en un solo día. Así que marcamos dos que queríamos ver sí o sí y buscamos en un mapa qué colectivo nos llevaba. Una vez que lo tuvimos claro fuimos a una parada, pero una señora que únicamente hablaba chino se negó por medio de señas a vendernos los tickets y nos mandó a otro lugar a tomar el ómnibus.
Como no nos quedó muy claro dónde era tardamos como media hora en encontrar otra parada de colectivos. Allí esperamos hasta que llegó la línea que llevaba a los casinos, nos subimos e intentamos pagarle el viaje al conductor. El hombre comenzó a hablarnos en chino y a hacer todo tipo de señas inentendibles, pero sin agarrar la plata ni dejarnos subir. Después de unos segundos de no comunicación nos bajamos y el colectivo se fue. Todavía estamos intentando descifrar qué nos quiso decir.
Viendo que tomar un colectivo parecía bastante difícil intentamos con los taxis. Pero a los que les hicimos seña nunca pararon y cuando fuimos a una parada había una cola de sesenta metros que no avanzaba nunca, así que también desistimos. Al borde de la frustración y viendo cómo se nos iba el día sin conocer los casinos entramos al hotel Grand Lisboa (un imponente edificio en forma de flor de loto), a preguntar en la recepción cómo podíamos hacer para ir a la zona de juego. Una señorita muy amable nos respondió en perfecto inglés que su hotel tenía un servicio de shuttle (minibus) gratuito que llevaba a la gente a la estación de ferry, desde donde podríamos tomar otro shuttle, esta vez del casino que queríamos ir, para llegar sin mayores contratiempos.
Así que eso hicimos, y en poco más de cuarenta minutos y sin poner un dólar llegamos al Venetian, elegido casi por unanimidad como el mejor casino de Macao y una réplica exacta de uno de la misma cadena en Las Vegas. Adentro tenía un shopping enorme que recreaba la ciudad de Venecia, con canales de verdad por donde circulaban las góndolas, la plaza San Marco con su característica Torre del Reloj y un techo pintado como el cielo con una iluminación que le daba al lugar el aspecto de ser siempre de día. Una maravilla. Después en las tragamonedas perdimos como siempre pero eso es otra historia.
Como se nos hizo tarde no tuvimos tiempo de conocer otros casinos, pero tras ver el Venetian quedamos más que conformes. Además ahora están construyendo uno que recreará París y estará listo pronto, con lo cual tendremos que volver a Macao para verlo.