Historias reales

La monarquía danesa se fundó en 935 y es la monarquía continua más antigua de Europa, siendo posible trazar el árbol genealógico desde el rey Harthacnut I en el siglo diez (nieto de Ragnar Lodbrok. Hola fanáticos de Vikings) hasta la actual reina Margrethe. Sin embargo, el reino en sí es probablemente algunos cientos de años más viejo que eso.

El historiador medieval danés Saxo Grammaticus, en el décimo tomo de su Gesta Danorum (“Historia danesa”, una colección de dieciséis -!- libros) explica el mito fundacional de la monarquía en Dinamarca: una joven fue secuestrada por un oso, convivió con éste en una cueva durante un tiempo y acabó por quedar embarazada. La muchacha dio a luz a un niño de aspecto humano, pero con la fuerza y el valor de su padre, el oso. Este niño habría sido el primer rey de Dinamarca. Ya sé lo que estarán pensando, incrédulos, pero yo elijo creer en esta maravillosa historia.

Sea como fuere, les presento los que son, a mi criterio, los personajes más coloridos de estos más de mil años de monarquía danesa.

Margrethe, la artista

La actual monarca es la reina Margrethe II, nacida en 1940. Es una persona muy asociada a la cultura, que habla cinco idiomas con fluidez: danés, inglés, francés, sueco y alemán. También es una pintora consumada, y hasta llegó a ilustrar algunas de las versiones danesas de los libros de El Señor de los Anillos. Sus biógrafos incluso aseguran que J.R.R. Tolkien quedó admirado de la similitud de los dibujos de Margrethe con su propio estilo. Y a propósito de la trilogía fantástica, también se cuenta en las calles de Copenhague que Margrethe participó en la traducción al danés de la primera edición nacional de los libros, en los setenta.

En otro orden de cosas, la reina es reconocida por ser una fumadora empedernida, y por haber sido distinguida con la Orden del Libertador San Martín cuando visitó Argentina. Claro que este es un reconocimiento de dudoso orgullo, ya que entre los que han recibido la Orden se encuentran personajes como Nicolae Ceaușescu, Augusto Pinochet, Franjo Tuđman, Rafael Leónidas Trujillo y Mohammad Reza Pahlavi, entre otros.

Aunque todavía está entre nosotros, Margrethe ya tiene su ataúd listo para ser revelado en la Catedral de Roskilde, donde reposan la mayoría de los reyes daneses

Henrik, el díscolo

Uno de los favoritos de muchos en la historia de la monarquía danesa. Se casó con Margrethe en 1967 y, como era francés, tuvo que hacer muchas concesiones, entre ellas cambiarse de nombre (en realidad se llamaba Henri), de religión (de católico a luterano) y soportar las constantes bromas del pueblo danés por su acento, a pesar de que era capaz de hablar seis idiomas (francés, danés, inglés, alemán, chino mandarín y vietnamita).

Cuando Margrethe ascendió al trono en 1972 Henrik se convirtió en el primer consorte hombre de la historia danesa, con lo cual nadie sabía muy bien cuáles eran sus tareas. En público Henrik definía su rol como “consejero” de la reina, pero en realidad se sentía frustrado por su falta de reconocimiento, en especial por el hecho de que a él lo habían coronado príncipe y no rey. Incluso en una recepción oficial, donde estaba ausente la reina, fue su hijo Frederik quien la reemplazó, dejando a Henrik a un lado.

Cansado de tantos desplantes, en 2002 Henrik abandonó Dinamarca y se refugió en una villa francesa durante tres semanas, por lo cual se perdió el casamiento de Máxima Zorreguieta con Guillermo de Holanda.

¿Más? Fue visto caminando por Christiania, la famosa comunidad hippie de Copenhague donde se venden todo tipo de drogas, apareció disfrazado de panda para una gala benéfica, se perdió el cumpleaños número 75 de la reina alegando que estaba enfermo, aunque días después lo fotografiaron en una plaza de Venecia, y en los ochenta llegó a pedir públicamente un sueldo mensual, para no depender de los subsidios anuales de la corona.

Christian, el loco

Con un reinado bastante nominal entre 1766 y 1808, el rey Christian VII es uno de los más peculiares de la historia de la monarquía danesa. Su actitud era bastante errática, y aunque posteriormente se llego a creer que padecía esquizofrenia, en su momento se lo consideraba simplemente un loco. Por eso, casi nunca se ocupó realmente del gobierno, dejando la mayoría de las decisiones en manos de diferentes regentes.

Entre sus “locuras” más notables podemos mencionar la tendencia a aparecer desnudo en público, la frecuente masturbación, también en público, sus peleas en las tabernas más oscuras de Copenhague, la vez que durante una cena de gala presentó a una de sus prostitutas a toda la corte danesa, la reina incluida, o aquella otra ocasión en que prendió fuego a la mitad del palacio, en circunstancias no del todo claras.

Eso sí, cuando estaba en sus cabales, Christian tenía ideas interesantes. Por nombrar algunas, llegó a proponer que todos los nobles adoptaran la lengua del pueblo, el danés, en los asuntos de la corte (hasta entonces la nobleza solo se expresaba en alemán), y que las grandes compañías navieras contrataran marineros daneses, en vez de buscarlos afuera y así abaratar costos.

Ataúd de Christian VII en Roskilde

Frederik, el progre

Hijo del “loco” Christian VII, Frederik VI hizo algunas reformas bastante liberales para su época (principios del siglo diecinueve). Abolió la servidumbre y la tortura, concedió libertad de prensa, también derechos civiles a los judíos, fundó universidades, distribuyó libros de texto entre la población más pobre, exigió que durante los juicios el Estado facilitara abogados de oficio para los súbditos que no poseyeran dinero para pagarse su defensa y derogó una ley que impedía a los campesinos mudarse de su lugar de nacimiento, para asegurar así mano de obra a los terratenientes.

Entre sus puntos negativos se cuenta su obstinada alianza con Napoleón hasta el final, que dejó al país en bancarrota y con parte de su territorio en manos de Suecia. Acorralado, Frederik dejó de lado su progresismo y abrazó el autoritarismo, censurando y reprimiendo a la oposición. Recién hacia el final de su reinado, en la década de 1830, volvió a permitir la formación de un gobierno constitucional y que se restablecieran algunos de los derechos perdidos.

Harald, el tecnológico

El bluetooth es una tecnología que permite transferir datos (imagen, video, audio) entre distintos dispositivos electrónicos de manera inalámbrica. Fue desarrollada a mediados de los noventa en un laboratorio de la empresa Ericsson en Suecia por un grupo de ingenieros suecos, daneses y holandeses.

¿Y qué tiene que ver esto con la monarquía danesa? Es que el nombre bluetooth (en español, “diente azul”) fue elegido en homenaje al rey danés Harald Blåtand (blåtand significa “diente azul” en danés), quien en el siglo diez unificó Dinamarca en un solo reino. Al igual que Harald había conseguido reunir distintas tribus en una sola, la tecnología bluetooth permitiría a los celulares y computadoras de diferentes marcas comunicarse entre sí. Incluso el logo de bluetooth es un homenaje al rey Harald Blåtand, ya que combina las dos runas que corresponden a sus iniciales —Hagall (ᚼ) y Berkana (ᛒ).

La explicación tradicional para tan curioso apodo es que Harald debe haber tenido un diente malo, que parecía “azul”.

Aunque el paradero de la tumba de Harald no es seguro, se cree que también está enterrado en la Catedral de Roskilde, donde, por las dudas, pusieron esta pintura alusiva

Nota: por razones de gusto personal (saludos RAE) opté por referirme a los distintos monarcas con su nombre original, obviando las castellanizaciones. Si se las tuviera en cuenta, Henrik sería Enrique (!), Margrethe, Margarita; Harthacnut, Canuto (!!); Christian, Cristián (así, con acento, no me pregunten por qué); y Frederik, Federico.

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