Dunedin, el lugar menos pensado

Cuando sacamos entradas para ver el test match (amistoso) entre los All Blacks e Inglaterra poco sabíamos de Dunedin, la ciudad donde se iba a disputar el partido. Que estaba bien al sur de la isla sur, a unos 350 kilómetros de Christchurch y no mucho más. Y la realidad es que las expectativas no eran muy altas, ya que nadie nombra a esta localidad cuando habla de los lugares turísticos de Nueva Zelanda. Pero…

Después de cuatro horas de viaje el sábado a la mañana, y tras una breve parada para ver las Moeraki Boulders (unas extrañas piedras redondas al lado del mar), nos sorprendimos con la belleza de Dunedin. Sabíamos que era grande (un poco más de cien mil habitantes), pero ignorábamos que estaba emplazada en una agradable península con salida al mar, rodeada de unas pintorescas colinas y con una típica arquitectura británica (muy diferente a la que predomina en el resto del país), gracias a su fuerte influencia escocesa de principios de siglo. De hecho el nombre Dunedin significa Edimburgo (capital de Escocia) en idioma gaélico escocés.

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Moeraki Boulders

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Dunedin

Por si esto fuera poco, al ser sede de la prestigiosa Universidad de Otago, el 22 % de su población está compuesta por jóvenes de entre 15 y 24 años, lo cual se nota mucho en las calles. Tiene una movida que no hemos visto en casi ninguna otra ciudad de las que hemos visitado (quizás en Queenstown por su gran cantidad de turistas), que se vuelve visible en cosas tan simples como que los locales del centro abran un domingo o que haya gente en la calle después de las siete de la tarde.

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El centro de Dunedin

Así que tras maravillarnos un rato con Dunedin, el sábado a la tarde partimos rumbo al Forsyth Barr Stadium para lo que habíamos viajado: el partido. No es que seamos muy fanáticos del rugby, pero no todos los días se tiene la posibilidad de ver al mejor equipo del mundo y una verdadera leyenda del deporte.

Antes de que comenzara el encuentro presenciamos el famoso haka (la tradicional danza maorí que realizan los All Blacks antes de cada partido), aunque no pudimos escuchar bien lo que iban cantando los jugadores por el griterío de la gente. Después el juego se desarrolló por los carriles normales de este deporte, los cuales no nos fascinan mucho, pero al menos se rompió la monotonía cuando un hombre desnudo saltó al campo de juego y empezó a correr hasta que uno de seguridad lo tackleó de atrás y lo sacó a rastras con la ayuda de dos compañeros más, ante una ovación del estadio.

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Zeppelin que regalaba camisetas en el estadio (obviamente no ganamos ninguna)

Terminado el evento, y previa cena en McDonald’s, recorrimos unos quince kilómetros de noche por una sinuosa ruta en las colinas hasta el camping del DOC (Departamento de Conservación) más cercano. Al día siguiente quisimos ir a visitar el Larnach Castle, único castillo en Nueva Zelanda, pero el costo de 28 dólares la entrada nos dejó en la puerta. En vez de eso preferimos meternos a un bar a mirar el segundo tiempo de Italia-Inglaterra en el Mundial.

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La hermosa península de Otago (región que alberga a Dunedin)

Y de esa manera terminó nuestro breve paso por Dunedin, hasta este momento la mejor sorpresa de nuestra travesía por Nueva Zelanda. Y como 24 horas no fueron suficientes, una segunda visita se hace casi obligatoria.

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