Aprovechando el fin de semana largo por el cumpleaños de la reina (de Inglaterra, obvio) cargamos nuestros pertrechos en nuestro indestructible Toyota y enfilamos para la West Coast (Costa Oeste) de Nueva Zelanda. ¿Qué hay allí? Glaciares, piedras con formas raras y mucha cultura western por la fiebre del oro de finales del siglo XIX.
Salimos el sábado a la mañana con la gasolera intención de dormir en el auto para economizar, con la promesa de que el inminente invierno nos iba a dar una tregua para poder soportarlo. Pasamos de largo el Arthur’s Pass (uno de los quince caminos épicos que hay que recorrer antes de morir según Hostelworld), porque ya habíamos estado allí en nuestra primera salida de Christchurch, y recorrimos unos cien kilómetros más hasta llegar a Greymouth, ciudad de unos quince mil habitantes que es la más importante de la West Coast.
Greymouth
Tras constatar que tenía los servicios básicos (McDonald’s, supermercado Countdown, locales de electrónica), seguimos hasta llegar a Pancakes Rock, una curiosa formación rocosa al lado del Mar de Tasmania que debido a la erosión constante del agua replica (con mucha imaginación) la forma de unos panqueques. Tras una breve caminata volvimos sobre nuestros pasos, atravesamos Greymouth en la otra dirección y recorrimos unos cuarenta kilómetros hasta el camping donde habíamos decidido pasar la primera noche.
Pancake Rocks
Por lo general, los campings que elegimos son los que administra el DOC (Departamento de Conservación de Nueva Zelanda), porque salen apenas seis dólares cada uno y para lo que nosotros buscamos alcanza: tienen baño (no duchas) y agua potable, aunque ahí terminan sus servicios. No tienen luz ni en los caminos (con lo cual es muy recomendable llegar medianamente de día), ni agua caliente ni electricidad.
El Holiday-Auto-Inn
Es curiosa la forma en que se paga la estadía en estos lugares. Como casi nunca tienen una persona estable encargada de administrar el lugar, cuando llegás vos mismo tenés que tomar un sobre que hay ahí, poner tus datos y el dinero de las noches que te vas a quedar, sacar un recibo que tiene dentro y colocarlo en un lugar visible de tu vehículo, para que si pasa el encargado a la mañana siguiente vea que pagaste. ¿Por qué uso el condicional? Porque la mayoría de las veces nadie va a controlar nada y si pagás o no queda estrictamente en tu conciencia. Por si les interesa, hasta ahora siempre pagamos el camping.
A la mañana del domingo emprendimos el camino a los glaciares, que distaban unos 150 kilómetros de donde habíamos hecho noche. Primero fuimos al Fox Glacier, que es el que está un poco más lejos y resultó ser el más lindo de los dos, aunque para cualquiera que conozca el Perito Moreno en Argentina ni se gaste en imaginar algo similar. Estos son mucho más chicos y ni de cerca son tan imponentes como el nuestro.
Fox Glacier
Tras una caminata que nos acercó a 200 metros del hielo fuimos al Franz Josef Glacier, al que vimos desde un poco más lejos y no nos llamó tanto la atención. Desde ahí emprendimos el regreso y paramos en otro camping del DOC que había en la zona, con las mismas características que el primero pero con el agregado de que al menos el baño tenía luz.
Franz Josef Glacier
El lunes, feriado de Queen’s Birthday, arrancamos de vuelta para Christchurch, previa parada en Shantytown, teóricamente un pueblo conservado con el mismo aspecto que tenía en el siglo XIX. Pero al llegar nos topamos con que el supuesto pueblo era en realidad un parque temático bastante trucho que encima cobraba 35 dólares la entrada. Así que, tras descartar la idea de colarnos saltando uno de los paredones que cercaban el predio, dimos media vuelta y volvimos a casa.
Una curiosidad más para destacar acerca de las rutas en Nueva Zelanda, y de esta que hicimos en particular, es la gran cantidad de puentes de una sola mano que hay. O sea, venís andando lo más bien y de repente tenés que esperar porque hay un puente por el que sólo pasa un auto y hay que ver quién tiene prioridad. Lo llamativo es que están por todas partes, incluso en lugares donde había espacio para hacer un puente de dos carriles. Lo que se dice ahorrar en pavimento (?).
Uno de los tantos puentes de una sola mano. Encima compartido con las vías del tren!
Cartel indicando la prioridad de paso en los puentes