Empachados de tenis

Los viajes relacionados con el tenis no se detienen. Después de Roland Garros y Wimbledon llegó el momento de Turín, sede de las ATP Finals. Para los que no saben de qué estoy hablando, les recomiendo que vayan a leer esta nota de cuando fui al ATP Finals en 2019.

El torneo cambió de sede en 2021, cuando se mudó de Londres a Turín (y antes de eso pasó por lugares como Shanghai, Houston, Nueva York y un largo etcétera). Se combinaron así dos factores que nos atraen mucho: los eventos deportivos de alto nivel y el conocer destinos nuevos.

Con Turín habíamos coqueteado en nuestro euroviaje de 2016. En ese momento llegamos hasta Milán, apenas a una hora de tren, y aunque teníamos tiempo para conocer Turín decidimos no ir, pensando que iba a ser más de lo mismo. Tan poco nos gustó Milán que apenas le dediqué cuatro míseros párrafos en una nota compartida con otras ciudades.

El ATP Finals empezaba un domingo, así que aprovechamos a llegar el viernes a la noche para poder recorrer el sábado. La experiencia ya nos demostró que los días de torneo no queda tiempo para hacer mucho más, con partidos que empiezan a las once de la mañana y terminan a las once de la noche.

Lo mejor de Turín es, sin dudas, su emplazamiento, en un amplio valle rodeado por los alpes. Y al ser otoño, las distintas tonalidades de los árboles le daban un extra de belleza al paisaje.

La ciudad es completamente plana, así que se presta bien para caminar. Empezamos por el Mercato di Porta Palazzo, conocido como el más grande de Europa, con más de mil puestos que venden todo tipo de alimentos frescos y elaborados, ropa de imitación, tecnología, libros, juguetes y mucho más. Mientras nos abríamos paso entre la multitud, nos llamó la atención que, entre tantas costumbres italianas que adoptamos en Argentina, la del mercado de productores un sábado en la plaza del pueblo/ciudad no sea una de ellas.

Del Mercato di Porta Palazzo pasamos a otro casi pegado, pero que en este caso vendía cosas de segunda mano. Miramos algunos discos de vinilo con interés, pero los precios (de cien euros para arriba) nos convencieron de que era un auténtico mercado de antigüedades, no de chucherías viejas como estábamos acostumbrados.

Siguiendo la ribera del río Po llegamos a la Porta Palatina, antigua puerta de acceso a la ciudad romana Augusta Taurinorum, predecesora de Turín. La Puerta es un arco de piedra enorme, conservado en muy buen estado, con cuatro entradas distintas, dos para peatones y dos para carros.

Y a pocos metros de la Puerta está el edificio más famoso de la ciudad, la Cattedrale di San Giovanni Battista, no tanto por la construcción en sí como por lo que contiene dentro: la Sábana Santa, una reliquia religiosa del catolicismo, a la que se le atribuye haber envuelto el cuerpo de Jesús después de su crucifixión. La sábana está guardada en un relicario al que los fieles van a rezar, pero casi nunca se exhibe al público; apenas once veces en los últimos cien años.

Completando el recorrido desde la periferia hacia el casco antiguo llegamos a Piazza Castello, la plaza principal de Turín, de forma cuadrada y rodeada de edificios históricos y elegantes arcadas de mármol. Y por tiempo limitado, también tenía unas pelotas de tenis gigantes que promocionaban el ATP Finals. Como para recordarnos el verdadero motivo de nuestra visita al norte de Italia.

Guillermo Vilas, el mejor de los nuestros

Ya inmersos por completo en el tenis, el domingo nos fuimos casi directamente al estadio, con una breve parada para desayunar un café y un cornetto (medialuna). El predio del evento era una enorme explanada de cemento en las afueras del estadio, donde habían montado una gran carpa con diversos puestos de venta y exhibiciones llamada Fan Village. Lo bueno de llegar temprano es que pudimos recorrer los puestos con relativa tranquilidad, evitando las largas filas que se formarían a partir del mediodía. Así pudimos ganarnos una botella de agua (?) por acertarle a unos agujeros con pelotas de tenis, aprender cómo se elabora el espresso perfecto, sacarnos una foto con el trofeo de campeón y jugar a un videojuego de tenis en la PlayStation 5.

Muchaaaaachos, ahora nos volvimos a ilusionar…

Sin mucho más que hacer en la Fan Village, buscamos nuestros asientos en el estadio un rato antes de que comenzara el primer partido del torneo. El Palasport Olimpico se inauguró en 2005 y es el estadio deportivo cubierto más grande de Italia, con capacidad para doce mil personas. La comodidad no es lo suyo (unas sillas de plástico duro con poco respaldo), pero se le nota lo moderno, con pantallas led por todas partes, buen sonido y un gran despliegue de iluminación.

La presentación de los jugadores antes de cada partido fue espectacular. Cuatro violinistas se paraban en las esquinas de la cancha para interpretar una melodía épica, mientras que las luces del estadio se movían siguiendo la música. Luego de eso proyectaban un video con los mejores momentos del año de los competidores, antes de presentar de forma individual a los que iban a jugar en ese momento. El punto bajo de esas presentaciones fue durante el segundo partido del segundo día, cuando se enfrentaron los rusos Daniil Medvedev y Andrey Rublev. Con todos los otros jugadores la presentación incluía, por supuesto, su nacionalidad (“…desde Serbia, Novak Djokoviiiicccc”), pero a Medvedev y Rublev les omitieron esa parte, no solo en el discurso del presentador sino también en las pantallas, donde en general aparecían las banderas de sus países. Una curiosa manera de castigar a los deportistas por la guerra que lleva adelante su país en Ucrania.

El Rafa
Argentina está en la casa

Poniéndome en modo Bonadeo, en general vimos un nivel de juego “medio”, tirando a “bajo”. El mejor partido fue, sin dudas, el ya mencionado entre los dos rusos, seguido por el dobles de Granollers y Zeballos (¡Argentina, Argentina!) contra Salisbury y Ram. Djokovic, por su parte, le ganó sin mayores dificultades a un Tsitsipas con pocas luces, un Nadal desconocido perdió contra Taylor Fritz y Casper Ruud dio la sorpresa contra Auger-Aliassime. También lo vimos al payaso de polémico Nick Kyrgios que, a pesar de los 25 aces con su compañero Kokkinakis, igual perdieron contra los intratables croatas Mektić y Pavić.

Después de dos días a puro tenis (cuatro partidos por día, con una hora entre medio; promedio de 12 horas diarias en el predio del torneo) nos despedimos de Turín. La pelota amarilla seguirá girando alrededor del mundo, pero por un tiempo nuestras ansias de tenis están más que saciadas.

Otros artículos que te podrían interesar

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *