Después del último artículo algunos se habían quedado preocupados tras la descripción de la difícil situación laboral aquí en Australia. Y si bien había dejado una pequeña nota al pie indicando que ya habíamos conseguido trabajo, debía los detalles. Después de casi un mes, parece un buen momento para ponerlos al tanto.
El pan de cada día
Con diferencia de horas, Ro fue la primera en volver al mercado laboral. Tras sus idas y vueltas con Adecco (una agencia de empleo), finalmente empezó en la fábrica panificadora. Es el mismo rubro en el que estaba en Nueva Zelanda últimamente y, aunque la tarea es un poco más pesada y aburrida, el dinero es considerablemente mejor. Hace turnos de 12 horas tres o cuatro veces por semana y, como es empleada casual, los días varían y a veces la llaman muy temprano para que vaya (si es que está disponible).
En general entra a las seis de la mañana y el lugar queda bastante lejos, con lo cual sale en bici cerca de las cuatro y media, se toma el tren (se puede subir la bici al tren), se baja en una estación 40 minutos después y pedalea unos veinte minutos hasta la fábrica. Los fines de semana la rutina cambia un poco porque no hay trenes tan temprano, con lo cual se toma el Night Rider, un colectivo especial que circula sábados y domingos y está más pensado para transportar a los que salen del boliche.
Bici viajando en el tren. Segunda que compramos después de que la primera aguantara diez días
Su primer día de trabajo fue de antología. Como entraba a las cinco y media de la mañana (sólo por esa vez, para realizar una inducción) y no tenía tren para llegar a horario, se tomó el último de la noche, unos minutos después de las doce, hasta una estación cercana a la fábrica y se metió en un McDonald´s de 24 horas, donde consumió apenas una coca e intentó con poco éxito tener unas horas de sueño sobre una mesa. Daba tanta lástima que hasta una señora le regaló una hamburguesa!
Por suerte fue únicamente en esa ocasión y desde ese momento puede arreglarse entre el tren, la bici, el night rider y algún compañero que la alcanza unos kilómetros. Eso sí, tiene un problema personal con el ente de transporte de la ciudad, ya que los trenes pocas vecen salen a horario, a pesar de que se toma el primero del día que arranca en esa estación, sumado a la mala frecuencia los fines de semana y a la suspensión o cambio de servicios sin previo aviso. Y estamos hablando de un boleto que cuesta 3,75 dólares el viaje…
Las tareas que realiza van desde poner bandejas en una máquina hasta decorar panes con una manga llena de glaseado. Más allá de las largas jornadas el ambiente es bueno y los compañeros de distintas nacionalidades son charlatanes y hacen que el tiempo pase relativamente rápido. Lo mejor del lugar es la posibilidad de llevarse a casa algo de los productos cocinados en el día, con lo cual literalmente trae el pan a nuestro hogar.
Lookeada para trabajar
Durante las dos primeras semanas, en paralelo al trabajo en la fábrica hizo ventas para una compañía de energía solar. Tenía que ir puerta por puerta dándole a la gente un discurso de lo bueno que ese sistema es y lo mucho que se ahorrarían en luz si lo contrataban. Todo por un mísero sueldo a comisión más bajo que el mínimo legal, pero ante la incertidumbre de si finalmente empezaría en la fábrica tuvo que aceptar.
Después de unos cuantos días renegando pudo dejar ese trabajo y dedicarse de lleno a la panificadora, donde gana mucho mejor y no tiene que ponerse en la piel de esos molestos vendedores que tocan la puerta de tu casa a la hora de la siesta.
Seguimos en Melbourne
Siamo fuori della coppa
Por mi parte, después de cientos de CVs enviados por internet y entregados en mano, más algunas entrevistas sin éxito, conseguí trabajo en un restaurante italiano. Trabajo en la cocina como una especie de lavaplatos-ayudante-depósito y aunque por semana nunca supero las cincuenta horas trabajadas al principio hacía turnos de doce (trece una vez) y cuatro horas con la misma facilidad. Últimamente con suerte llego a las 30 semanales.
El ambiente es bueno, lo cual suma mucho. Son casi todos italianos que les encanta hablar y comer más un chef inglés y algunas mozas extranjeras. Aunque pagan en negro, como la mayoría de los lugares de comida en Australia (hola AFIP), puedo almorzar y cenar ahí casi a la carta sin costo, con lo cual me di el gusto después de mucho tiempo de comer ñoquis, lasaña y albondigas, por ejemplo.
Bay 101 restaurant. Si vienen les gestiono un descuento (?)
Además de lavar, suelo cortar los distintos tipos de quesos para las pizzas, lavar la ensalada, recibir la mercadería, limpiar los mejillones, dividir la pasta en porciones y limpiar si me toca trabajar hasta la hora del cierre, entre otras cosas. Por supuesto que en las primeras semanas me mandé algunas, como llegar tres veces tarde (gracias colectivo urbano), guardar el queso rallado fuera de la heladera y romper algún que otro plato, pero nada demasiado grave.
Horarios de una semana. Se nota un poquito que son italianos
En síntesis, con ambos trabajando y el dinero ingresando es de esperar que vuelvan las escapadas (cuando por fin nos coincidan los días libres) y el blog sepa de mejores momentos. Seguimos informando.