Llegar a Gales no tiene emoción alguna, principalmente porque uno nunca se entera que llegó. Las fronteras invisibles del Reino Unido provocan que, aunque las naciones que lo componen gocen de cierto grado de autonomía, en la práctica todo se viva como un solo y gran estado.
Cardiff, la capital de este pequeño territorio con tres millones de habitantes, no le hace demasiada justicia a la belleza del resto del país. Tampoco es especialmente fea, sino que pasa por uno de esos tantos pueblos anodinos que abundan en Gran Bretaña, llenos de casas idénticas y donde todo cierra a las cinco de la tarde. Lo único que recuerda un poco que estamos en Gales son los restos de un infaltable castillo británico y las decenas de banderas galesas que ondean al viento. A este respecto quiero destacar que Gales tiene probablemente la bandera más linda del mundo. Verde, blanca y con un dragón, ¿qué más se puede pedir?
Cardiff
La impresionante Ópera Nacional
La única razón de detenernos casi 24 horas en Cardiff es la de retirar un vehículo de alquiler con el que pensamos recorrer el resto del país. Una vez cumplido este pequeño trámite nos subimos a un auto que en vez de llave usa una tarjeta de plástico que se inserta en el tablero y, una vez que aprendemos cómo se enciende, ponemos rumbo al oeste.
Llegando a Swansea, la segunda ciudad más grande de Gales, la cosa va mejorando. Esencialmente es el mismo tipo de pueblo grande que la capital, pero el situarse junto al mar y recostarse sobre una colina lo hace destacar un poco más. Además, es el perfecto punto de partida para explorar la cercana península de Gower, una zona de espectaculares acantilados verdes sobre el océano y amplias playas de arena blanca que nos muestra todo el potencial de la naturaleza del Reino Unido.
Península de Gower
Tras descansar otra noche en Swansea nos dirigimos al norte para visitar el Parque Nacional Brecon Beacons, atravesado por la cadena montañosa del mismo nombre y cuya cima más alta es Pen y Fan —en galés significa “el pico de la montaña”—, con 886 metros. Aunque parezca mentira nuestro objetivo para el día es llegar a lo alto de esta enorme montaña. Y aunque no somos los únicos y hay un sendero bastante bien marcado para subir no deja de ser gratificante lograrlo tras más de dos horas cuesta arriba. Las vistas son impresionantes y casi que podemos contemplar todo Gales desde allí. Muérete de envidia Facundo Arana.
El Brecon Beacons
Hacia allá vamos
Todo un conquistador
La escalada tiene sus riesgos…
¡Llegamos!
Aunque estamos agotados no nos premiamos esa noche con un descanso en un buen hotel. Todo lo contrario: pensamos dormir en el auto, ya que la oferta de alojamiento en el centro de Gales es cara y escasa. Así que damos vueltas por los lugares más escondidos de la región para hallar un buen sitio dónde estacionar y pasar la noche. Finalmente lo encontramos en un estacionamiento público del minúsculo pueblo de Glasbury —286 habitantes—, donde hasta tienen baño abierto las 24 horas.
No se puede decir que sea el Sheraton pero no está tan mal. Al otro día amanecemos con lluvia —seguimos en el Reino Unido a pesar de todo— y descubrimos otra maravilla del auto: el limpiaparabrisas es automático, es decir que se activa solo cuando considera que hay mucha agua acumulada en el vidrio. Tal vez sean características ya comunes en todos los vehículos de hoy pero hay que tener en cuenta que nuestro último auto palideció hace casi dos años y era modelo 1992.
Seguimos yendo hacia el norte atravesando suaves y verdes colinas y pueblos sacados de la literatura medieval, con construcciones casi en su totalidad de piedra y nombres tan fantásticos como Gwenddwr, Glantwymyn y Betws-y-Coed. ¡Qué hermosa sonoridad! Con nombres así uno ya tiene medio hecha una novela de magos y caballeros.
Hermosos pueblos de piedra en el medio de Gales
En Blaenau Ffestiniog, localidad de casi 5 mil habitantes en el centro del Parque Nacional de Snowdonia, nos detenemos por una razón especial: es la única ciudad hermana de Rawson —mi ciudad por adopción—, porque allí el explorador Lewis Jones reclutó a muchos de los galeses que desde 1865 fundaron numerosas colonias en la Patagonia, con la capital de Chubut entre las principales. La pequeña plaza de Blaenau Ffestiniog se llama Rawson y hay una placa que recuerda la gesta galesa. Por lo demás, el pueblo es tan bonito como sus vecinos y está rodeado por altas montañas.
Blaenau Ffestiniog
La Plaza de Rawson
Cerca de Blaenau Ffestiniog estacionamos en una saliente de la ruta para una segunda noche en el auto. Sigue lloviendo copiosamente y en el horizonte no se ven señales de que vaya a parar pronto. Cuando está por caer la noche y creemos que vamos a estar solos un enorme motorhome se detiene justo detrás de nosotros. No es que estemos mal en el auto, pero se envidia un poco la energía eléctrica, la cocina, el baño y la cama de la que disponen nuestros nuevos vecinos dentro de su vehículo.
Un nuevo amanecer en nuestro Renault Clio de alquiler y nos disponemos a realizar una caminata en Snowdonia. El cielo sigue nublado y hay chubascos ocasionales pero nada nos detiene en nuestro camino a la orilla de un lago, a través de un bosque y de un campo verde poblado de ovejas hasta las ruinas del fuerte Tomen y Mur, construido por los romanos que invadieron el territorio británico en los primeros años después de Cristo.
Compañeras en el camino
En lo alto de Tomen y Mur
Nuestra siguiente parada también nos traslada a la historia, pero más de una decena de siglos después. Caernarfon, la capital del condado de Gwynedd, alberga un impresionante castillo construido por el rey Eduardo I en 1277 para asegurar el dominio sobre su reciente conquista del país de Gales tras derrotar a Llywelyn ap Gruffydd, último príncipe soberano nativo de Gales. Para terminar de someter a los galeses, Eduardo I nombró a su hijo “príncipe de Gales”, título que a partir de entonces ostentan todos los herederos de los monarcas británicos que aspiran al trono. Por ese motivo a Lady Di, por ejemplo, se la conocía “como princesa de Gales”, ya que estaba casada con Carlos, “príncipe de Gales” y futuro rey del Reino Unido. No tiene nada que ver con su lugar de nacimiento.
El castillo de Caernarfon
Abrumados por tanta historia nos encaminamos hacia Conwy, un pueblo amurallado donde se levanta otro enorme castillo construido por Eduardo I. Sin embargo, para despejarnos con cosas más mundanas antes nos desviamos para visitar Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch (y no se me trabó el teclado…), el orgulloso pueblo con el nombre más largo de toda Europa —58 caracteres— y el segundo más largo del mundo después de Taumatawhakatangihangakoauauotamateaturipukakapikimaungahoronukupokaiwhenuakitanatahu en Nueva Zelanda, con 85 caracteres. En galés, el nombre del pueblo significa “iglesia de Santa María en el hueco del avellano blanco cerca de un torbellino rápido y la iglesia de San Tisilio cerca de la gruta roja”. El nombre fue decidido en los años 1860 por el consejo de la localidad para ostentar el privilegio de tener el nombre más largo de una estación ferroviaria en Gran Bretaña.
Sin repetir y sin soplar
Volviendo a Conwy, pasamos unas horas muy agradables caminando por sus históricas murallas, visitando la plaza central dominada por la estatua de Llywelyn el Último y comiendo un tradicional fish and chips en un local turco que de tradicional no tiene nada, pero que ofrece los mejores precios del pueblo.
Conwy y su castillo
La plaza con la estatua de Llywelyn
Una hermosa iglesia de piedra
Es nuestra última parada en Gales, ya que no muy lejos de allí se encuentran Chester y Liverpool y la no-frontera con Inglaterra. Sin previo aviso los carteles en la ruta dejan de estar escritos también en galés —un idioma que de tan impronunciable JRR Tolkien lo utilizó como base de la lengua élfica en El Señor de los Anillos— y volvemos a estar en las entrañas del reino. Salió el sol pero no por mucho tiempo, su lucha con las nubes es una causa tan dura y compleja como la de Gales por mantener su identidad nacional, que ha perdido gran parte de su brillo desde los tiempos de Llywelyn. Pero quién sabe, quizás algún día…
Que lindos lugares, hermosas imágenes e historias, me hacen viajar junto a ustedes,gracias.Saludos Gladis
Muchas gracias Gladis. Saludos
Esta nota es mucho mas que datos. Es parte de una cultura que se mezcla en esta Patagonia que cobijo a la familia. Que ganas de conocer Gales
Otro destino a la lista