Tivoli, el corazón de Copenhague

Dinamarca no es un país que se destaque por sus atracciones turísticas. No es que sea feo, pero no tiene un Coliseo, una Torre o una Muralla que todos quieran ver. De hecho, está en el puesto número diecisiete de los países más visitados de Europa (una salvedad: los dieciséis que están por encima son más baratos). Aun así, tiene una serie de lugares marcados como “imprescindibles” por aquellos que se aventuran al norte: la estatua de La Sirenita, Nyhavn y Tivoli. Como curiosidad, o no tanto, todos están en Copenhague.

La Sirenita no requiere mayores presentaciones. Es el personaje más famoso del escritor danés Hans Christian Andersen, llevado al estrellato por Disney. Lamentablemente, la estatua decepciona a muchos por su diminuto tamaño, e incluso a los guías locales les gusta contar que los copenaguenses (?) la odian, al punto de haberla decapitado varias veces.

Nyhavn es la palabra danesa para “puerto nuevo”, aunque de nuevo no tiene nada, ya que se construyó hace casi cuatrocientos años. Sus calles empedradas, el canal que desemboca en el mar y sus casas de colores hacen de esa zona la más fotografiada de Dinamarca.

Y después nos queda Tivoli, quizás la menos visitada de las tres, porque es la única que hay que pagar (lo digo por experiencia propia: cuando estuvimos por primera vez en Copenhague, en 2016, sacamos fotos desde la puerta). ¿Y qué es Tivoli? Una búsqueda en Wikipedia dirá que es un parque de diversiones, y es cierto. Para ser más precisos, es el segundo parque de diversiones en funcionamiento más antiguo del mundo, después de Dyrehavsbakken, que también también está en Dinamarca. Pero la descripción no le hace total justicia, porque además de montañas rusas, caídas al vacío, pequeñas carrocerías que giran para todos lados y demás cosas espeluznantes, Tivoli también tiene cafeterías, bares, restaurantes, jardines, escenarios para conciertos, teatro de mimos y un aire general de feria itinerante.

Sí, uno puede ir a Tivoli y, como hizo Ro, subirse a The Demon, una escalofriante montaña rusa de veintiocho metros de altura, que va a 77 kilómetros por hora y que te pone tres veces cabeza abajo, pero también puede, como yo, quedarse con los pies en la tierra comiendo un wafle de chocolate, crema y galletitas Oreo, sentado en un banco frente a la pagoda china. También se puede gastar diez coronas (1,30 euros) en un ingenuo intento por ganar un chocolate gigante en una ruleta, pasear en bote por un lago artificial  o relajarse en una reposera en el amplio espacio verde frente al escenario principal.

Lo más llamativo de Tivoli es que, a diferencia de la mayoría de parques de su tipo, está ubicado en pleno centro de la ciudad, frente a la estación central de trenes de Copenhague y a una cuadra del ayuntamiento.

El parque que “inspiró” Disney

Georg Carstensen era un joven de familia acomodada que a sus treinta años no sabía qué hacer con su vida. Había viajado con su padre diplomático por la mayor parte del “mundo conocido”, llegado a teniente en el ejército danés y escrito en algunas publicaciones literarias. Al mismo tiempo, era el anfitrión de las mejores fiestas de Copenhague, con mucha música, alcohol y hasta fuegos artificiales. Inspirado por su éxito, se le ocurrió presentarle un proyecto al rey Christian VIII para abrir una especie de “jardín temático”, como había visto en algunos de sus exóticos destinos coloniales. Christian dudaba, pero terminó de convencerse cuando Carstensen le dijo: “Su Majestad, cuando la gente se divierte no piensa en política”. Acto seguido, el rey le firmó una autorización para abrir el parque.

En 1843 inauguró el nuevo emprendimiento de Carstensen, llamado Tivoli en alusión al Jardín de Tivoli en París (que a su vez había recibido el nombre de otros jardines en la ciudad de Tivoli, cerca de Roma). Sus primeras atracciones incluían muchas flores, un teatro, juegos de salón, restaurantes, lámparas de colores y edificios de estilo oriental, diseñados por el propio Carstensen. Fue un éxito inmediato, y Tivoli se convirtió en uno de los íconos de la capital danesa. Las atracciones mecánicas comenzaron a llegar a principios del siglo veinte y algunas funcionan todavía hoy, como la Rutschebanen, una montaña rusa de madera.

A lo largo de su historia recibió visitas de muchas celebridades. Se cuenta, por ejemplo, que Hans Christian Andersen estuvo incluso el día de apertura, y que se inspiró en el parque para escribir su cuento El ruiseñor. También Walt Disney hizo varias escapadas a Tivoli en 1951, y habría tomado prestada alguna que otra idea para abrir su propio parque temático, cuatro años más tarde. Hasta la famosa frase de Disney “Disneyland nunca se completará” parece tener inspiración danesa, ya que en 1844 Georg Carstensen dijo de su parque que “Tivoli nunca, por así decirlo, estará terminado”.

Lamentablemente, la historia de Carstensen no terminó muy bien. En 1848 lo llamaron a filas para luchar en una guerra contra Alemania y, cuando regresó, los burócratas que se habían hecho cargo de Tivoli no lo dejaron volver a trabajar en el parque, aduciendo que era demasiado volátil y poco confiable a largo plazo. Traducido del danés: un vago, aunque fuera esa misma volatilidad la que le permitió imaginar un lugar como aquel, algo imposible para unas cabezas solo centradas en los números. Así lo entendió también Hans Christian Andersen, quien le dedicó a Carstensen unos versos donde lo describió como “un pájaro salvaje” y una persona de gran corazón, dueña de una “varita mágica”.

Más allá de todo, con Carstensen o sin él Tivoli siguió su carrera ascendente, y en la actualidad es el quinto parque temático más visitado de Europa, detrás de Disneyland Paris, Europa-Park en Alemania, Walt Disney Studios Park también en Francia y Efteling en Holanda.

Y si hablamos de parques de diversiones importantes no podemos dejar afuera a otro que también está en Dinamarca, cerca de la frontera con Alemania. Un parque tan importante que construyó su propio aeropuerto internacional, en una localidad que apenas supera los seis mil habitantes. Me refiero a Legoland, el parque temático de los ladrillos LEGO, de origen danés. Pero esa es una historia para más adelante.

4 thoughts on “Tivoli, el corazón de Copenhague

  1. Apenas estuve 48 horas en Copenhague y al Parque Tivoli lo “vi” desde el exterior, desde el ingreso de la Estación de Trenes para hacer un viaje relámpago a Malmö. Muy buenos los relatos de viaje. Felicitaciones !

    1. Gracias Enrique. Realmente uno duda si entrar o no (en nuestro caso nos llevó unos cuantos meses decidirnos) pero la verdad que vale mucho la pena. Quedará para la próxima visita.
      Saludos!

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