Prontos a dejar la ciudad, llega el momento del inevitable balance y las reflexiones sobre estos siete meses que pasamos en la segunda población más grande de Australia. Cosas que nos llamaron la atención, nos sorprendieron o nos decepcionaron. Hasta nuestro próximo destino.
No se puede confiar en el transporte público
Si bien la mayoría de las veces los buses y trenes llegan a horario (no así el tranvía que es más anárquico), al menos una vez por semana me ha pasado que el colectivo o tren que tenía que llegar a determinada hora nunca aparece. No es que se demora, directamente no pasa y tenés que esperar el siguiente. Esto es bastante engorroso porque las frecuencias no son muy altas y como mínimo tenés quince minutos de espera hasta el siguiente. Gracias a estas sorpresitas tuve que tomarme un taxi al trabajo al menos cuatro veces y llegar tarde otras tantas.
Además, los colectivos dejan de circular en la mayor parte de la ciudad a las nueve de la noche, con lo cual te dejan bastante tirado en caso de que planees una salida nocturna o llegues tarde de trabajar, como era mi caso. Los trenes duran un poco más, pero sólo hasta la una. Y los domingos arrancan recién a las 8 de la mañana, con lo cual si te toca trabajar temprano (como a Ro), estás a tu merced. Y de ninguna manera estamos hablando de un servicio barato, ya que el boleto cuesta 3,76 dólares.
98.3 % de servicios completados. Sí, claro…
Batman es el ídolo local
Melbourne fue fundada en 1835 por un ganadero y explorador australiano llamado John Batman, que en un ataque de narcisismo primero denominó al nuevo asentamiento Batmania. Tradicionalmente se enseña en las escuelas australianas que Batman era un humanitario y amigo de los aborígenes, pero investigaciones más recientes aseguran que en realidad masacró a unos cientos de nativos para el gobierno a cambio de tierras.
Sea como fuere, en Melbourne su nombre no pasa desapercibido, con lo cual nos podemos encontrar por ejemplo con el Batman Park, la Batman Station y un par de Batman avenues, lanes, streets y roads. Bruce Wayne estaría orgulloso.
Mejor para vivir que para visitar
La ciudad es ordenada, tiene lindos parques y se extiende a lo largo de muchos kilómetros, con lo cual sólo hay edificios en el centro (que abarca apenas unas quince cuadras). Para vivir y tener una familia seguramente es ideal, pero para visitar en plan turismo la verdad es que no tiene demasiado para ofrecer. Después de ir a los “imperdibles” en nuestras primeras semanas (la ribera del río, Shrine of Remembrance y alguna más), nos quedamos ya sin muchos lugares para conocer. Otras ventajas de vivir todo el año en Melbourne es que hay muchos eventos interesantes, como el Australian Open, el Gran Premio de Fórmula 1 y numerosos recitales internacionales.
Una fiesta de locos
Hay altas probabilidades de que en un tren o caminando por la calle te cruces a un loco. No necesariamente alguien que vive en la calle, sino que lo ves bien vestido y yendo hacia alguna parte, con el detalle de que puede estar hablando solo, gritando, cantando en voz alta o eructando a cada rato. Parecería algo que se ve en cualquier parte pero la frecuencia con que nos pasa en Melbourne realmente nos sorprendió.
Mucha gente duerme en la calle
Especialmente en el centro, es bastante común ver gente durmiendo en la calle, lo cual no deja de llamar la atención en una ciudad a la que se siempre se destaca por sus altos índices de calidad de vida. Más nos impactó un artículo que leímos en el sitio de la cadena de noticias ABC, donde afirma que hay alrededor de 23 mil personas en el estado de Victoria sin vivienda permanente y unas mil sin ningún refugio en absoluto.
El footy
El deporte más popular en la ciudad y el que mueve más dinero no es el fútbol, cosa que era de esperarse, pero tampoco el rugby. Es algo que no se juega en ningún otro país del mundo pero que en el Melbourne convoca unas cuarenta mil personas promedio por partido. Estoy hablando del fútbol australiano, conocido como footy. Para que se den una idea de lo importante que es este deporte en la ciudad, de los 18 equipos que integran la liga profesional de Australia la mitad son de Melbourne.
Paros y protestas
Si bien Australia es un país donde parece que nunca pasa nada, un par de hechos que sucedieron durante nuestros meses en la ciudad nos resultaron llamativos. El primero fue cuando la policía reprimió con gas pimienta (hola Boca) a manifestantes de derecha e izquierda que se agolpaban frente al Parlamento, unos para pedir medidas más estrictas contra los inmigrantes y los otros para defenderlos.
El segundo fue un paro de trenes y tranvías durante cuatro horas en reclamo de mejores salarios y otras cuestiones. Lo llamativo es que fue la primera medida de ese tipo desde 1997. Algunas de las demandas de los trabajadores parecían justas, como el aumento salarial, que los choferes no manejaran más de 200 km por día y que los feriados fueran pagos incluso si no se trabaja. Otras sonaban un poco más absurdas, como que la empresa pagara la rehabilitación en caso de drogas a los empleados o que les proveyera de iPads para sus familias.
Adictos al trabajo
Como no nos había pasado antes en ningún otro lugar, nos sorprendió lo normal que es para mucha gente trabajar entre 60 y 70 horas semanales. Si bien el costo de vida es alto, los sueldos son bastante buenos y no hace necesario en absoluto esclavizarse de esa manera para vivir.
Se entiende en el caso de algunos inmigrantes forzosos que deben enviar dinero a la familia en sus países de origen, pero para los que ya son residentes o ciudadanos no le encuentro el sentido. Por ejemplo Frank, el dueño del restaurante donde yo trabajaba, abría todos los días a las seis y media de la mañana y se iba a eso de las nueve de la noche, sin tomarse ni un solo día libre.
Horario de una semana donde se ve la esclavitud de algunos
Bonus track: Un vistazo a Melbourne desde nuestra perspectiva