La Patagonia argentina es tierra de mitos y leyendas. En ella Julio Verne situó la trama de su novela El faro del fin del mundo, y Charles Darwin realizó algunas de sus más importantes exploraciones. Nadie, sin embargo, llegó tan lejos como el francés Orélie Antoine de Tounens, quien en 1860 se proclamó Rey de la Patagonia. Pero esa es otra historia.
El célebre bandido estadounidense Butch Cassidy también fue uno de los “famosos” que pasaron por el sur argentino. Junto a su fiel compañero Sundance Kid, cometieron algunos de los robos más importantes en Estados Unidos a fines del siglo 19 y principios del 20. Por sus fechorías, no tardaron en ponerle precio a sus cabezas: diez mil dólares, vivos o muertos.
Acorralados, Cassidy y Kid huyeron a Buenos Aires en el otoño de 1901, donde depositaron sus “ahorros” en un banco de la calle Florida y compraron seis mil hectáreas de tierras en la Patagonia, cerca del pequeño pueblo de Cholila (actual provincia de Chubut).
En el sur argentino, los criminales construyeron una cabaña de troncos de cuatro habitaciones y se convirtieron en ganaderos. “Tengo 300 cabezas de vacunos, 1500 ovejas, 28 caballos de silla, dos peones que trabajan para mí, establo y algunas gallinas. Lo único que me falta es una cocinera, ya que todavía sigo en estado de amarga soltería”, le escribió Cassidy a sus amigos en Estados Unidos.
Por ese entonces, Cholila tenía poco más de cien habitantes. Según las crónicas de los locales, Cassidy, cuya verdadera identidad se ignoraba en el pueblo (se hacía llamar Santiago Ryan), era simpático y sociable.
Pero la buena vida no iba a durar mucho. Incapaces de andar por la buena senda, en febrero de 1905 Cassidy y Kid asaltaron el Banco de Tarapacá y Argentina en Río Gallegos, escapando con una suma equivalente a cien mil dólares de hoy. En diciembre de ese mismo año, robaron también el Banco de la Nación en Villa Mercedes, provincia de Buenos Aires. Perseguidos por las fuerzas de seguridad argentinas, vendieron las tierras de la Patagonia y escaparon a Chile.
Pero sus perseguidores no se limitaban a los argentinos. La agencia de detectives Pinkerton de Estados Unidos había sido contratada años atrás por banqueros y hacendados víctimas de la banda de Cassidy para que pusieran fin a sus fechorías. La agencia logró cercar por fin a los bandidos en 1908, en el pueblo boliviano de San Vicente. Tras verse rodeado, Cassidy mató a Kid para aliviar su sufrimiento (fue herido en el tiroteo previo) y luego se suicidó.
La cabaña de Butch Cassidy en la actualidad
Hace algunos meses tuvimos la oportunidad de viajar a Chubut, y no perdimos la oportunidad de acercarnos a conocer la cabaña donde vivió durante siete años el célebre bandido estadounidense. Para llegar, condujimos por la Ruta Nacional 40 hasta el cruce con la Ruta Provincial 71, que lleva a Cholila antes de internarse en el Parque Nacional Los Alerces.
La cabaña de Cassidy está unos diez kilómetros antes de llegar al pueblo. Hay que desviarse por un camino de tierra a la derecha y avanzar quinientos metros hasta una tranquera. Allí, un cartel pintado a mano y atado con alambres dice “Cabaña Butch Cassidy”.
Aunque la tranquera estaba cerrada con candado, la saltamos y caminamos cinco minutos hasta divisar la cabaña. Las paredes parecían a punto de venirse abajo y la madera estaba sucia y agrietada. La casa estaba casi vacía, a excepción de unas osamentas de animales que le daban al lugar un toque macabro.
Al salir de la cabaña, nos topamos con un hombre a caballo que aseguraba ser el dueño actual de esas tierras. Entre sus palabras y lo que pudimos averiguar después, descubrimos que el predio está en litigio hacia varias décadas. Aparentemente, su abuelo, Rómulo Sepúlveda, recibió ese terreno de parte del Estado argentino cuando fue abandonado por Butch Cassidy y Sundance Kid.
El problema es que no habría papeles que sustenten esos dichos. De hecho, otras versiones acusan a la familia Sepúlveda de usurpar esas parcelas tras la huida de Cassidy. En ese marco, la provincia de Chubut reclama los terrenos como propios.
Sea como fuere, el problema legal bloquea cualquier posibilidad de convertir el lugar en un atractivo turístico. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aprobó hace más de diez años un préstamo para arreglar y proteger la cabaña, pero el proyecto está estancado hasta que se solucione el conflicto.