Año nuevo, vida nueva

Aunque el título suene a frase trillada, el comienzo de 2014 trajo algunos cambios significativos a nuestra vida. Dejando de lado el más evidente (que estamos viviendo en Nueva Zelanda, je), también hubo novedades importantes en el ámbito laboral y hogareño. El picking de blueberries finalmente arrancó con todo y ahora estamos trabajando cinco o seis días por semana, con el consiguiente aumento de nuestro salario, que se paga por kilo de blueberry recolectado. En cuanto al hogar, dejamos el motel de Kopu por una casa en Thames (a cinco kilómetros), que compartimos con nuestros amigos argentinos, de los que ya di referencias en otra nota.

Es una casa muy linda, que está en una colina desde donde se ve el pueblo y el mar de fondo. Está rodeada de verde, tiene tres habitaciones, un living comedor enorme, baño y un amplio balcón de madera sobre uno de sus lados. Como la dueña la quiere vender, le conviene alquilarla a corto plazo mientras tanto y todos salimos ganando, porque nos resulta más económica que el motel y estamos más cómodos. El punto incómodo es que, al estar aislada en medio de la montaña, a la noche se escuchan cientos de ruidos extraños de dudosa procedencia.

La vista desde la casa. Nada mal…

A nivel grupal también experimentamos cambios. Sumamos como inquilinos a dos franceses, Boris y Mandy, que duermen en una van pero necesitan un lugar donde estacionarla, poder ir al baño y cocinar. Hablan poco inglés, así que la comunicación con ellos transcurre por tres carriles idiomáticos, una mezcla de español, francés e inglés.

Otro amigo copado que nos hicimos es Danny, de Dinamarca. Lo más interesante es que a Danny le gusta mucho el fútbol, lo que dio pie a una charla conmigo que reproduzco en términos aproximados:

─¿Sos de Boca o de River? ─me preguntó.
─De ninguno de los dos. Soy de otro club ─respondí.
─¿De Newell’s? (N. de R.: No lo pronunció muy bien pero se entendió).
─¡Sí! ─le dije emocionado─. ¿Cómo conocés a Newell’s?
─Porque allí jugó Maradona.

La cosa no quedó solamente ahí, porque después le volvimos a sacar el tema y el danés nos contó que sabía quién era el Loco Bielsa y que lo admiraba. Un fenómeno Danny. Además, me regaló una tortita de chocolate para mi cumpleaños.

Mates en el espectacular deck de la casa de Thames.

Siguiendo con las curiosidades de nuestro trabajo, hay que decir que, demográficamente, estamos bastante bien posicionados. En total somos siete argentinos y le peleamos mano a mano la mayoría a los alemanes, que deben andar por un número cercano. También está Giuliano, un italiano, que es por lejos el que más blueberries junta, la pareja de franceses que van a vivir con nosotros, Danny el danés, un hindú del que desconozco el nombre y un grupo de samoanos (o naciones cercanas) que son “los profesionales”, y que trabajan separados de nuestro grupo porque hacen ese laburo todo el año y no son de la camada working holiday.

Guido y Juan, dos de los argentinos que viven con nosotros, jugando con nuestra mejor compra grupal: una consola Xbox.

La jefa es una señora entrada en años y bastante malhumorada llamada Shona, que anda en cuatriciclo todo el día supervisando el trabajo y preguntándonos si somos felices. Un sábado, nos reunió a todos los empleados al concluir la jornada para despacharse con un discurso de que le estábamos dando poca fruta, que teníamos que ser más rápidos y recolectar blueberries de mejor calidad. El momento épico fue cuando, para ¿motivarnos?, nos dijo:

─Ahí ─señaló hacia los “profesionales”─, tengo a samoanos de doce años que recolectan 60 kilos por día. ¿Cómo no van a poder ustedes?

Como verán, el trabajo infantil no es ninguna vergüenza por estos lados. Una fenómena la jefa.

Así, entre una cosa y otra, ya se nos fueron 75 días, dos fiestas y un cumpleaños en Nueva Zelanda. Seguimos informando.

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