Y un día nos fuimos de Hastings. En busca de un trabajo mejor remunerado, cambiamos sus pintorescas calles que se vacían a las cinco de la tarde por Thames, un pueblo bastante más chico, donde sus calles se vacían a las tres de la tarde. Aunque, para ser más precisos, vivimos en las afueras de este pueblo cuyo nombre es igual al del río que atraviesa Londres, en una especie de paraje que llamado Kopu. Pero vamos paso a paso.
El thining no estaba funcionando. Como ya mencionamos, nos pagaban unos tres dólares por árbol, y con mucha garra llegábamos a terminar dos árboles por hora cada uno. Las cuentas no cerraban. Así que, con mucha tristeza en el corazón (?), tomamos la decisión de abandonar a nuestro jefe chino, Terry, en busca de un futuro mejor.
Encaramos una nueva búsqueda laboral, que incluyó una recorrida por el centro de Hastings dejando CVs en todos los locales, postulación a empleos en los supermercados más importantes, recorrida por las packhouses (fábricas donde se envasan las frutas que otros recogen) e infinitos emails y mensajes de texto a todo tipo de ofertas laborales en Internet.
Después de unos días la movida dio sus frutos. Un argentino que contactamos por Facebook nos pasó el número de Dharma, un ex supervisor de él que necesitaba gente en Auckland para un trabajo del que no tenía muchas más precisiones. Sin pensarlo demasiado, lo llamamos (bah, Ro lo llamó, como hace siempre que hay que hablar con alguien en inglés por teléfono) y el tipo se mostró muy interesado en que fuéramos a trabajar con él.
El trabajo consistía en blueberries picking (recolección de arándanos), pero no era exactamente en Auckland. De hecho, quedaba a más de cien kilómetros, cerca de Thames, ese pueblo que nombré al principio. Le confirmamos a Dharma que íbamos para allá, trabajamos los últimos días con Terry, tomamos nuestros pertrechos, le hicimos una revisada de agua, aceite y neumáticos a Galadriel (recordemos que estamos hablando de nuestro auto) y nos pusimos en marcha. Todo iba bien.
Cuando habíamos recorrido la mitad de camino, nos detuvimos a almorzar en el Burger King de un pueblo del que no recuerdo el nombre. Y en el momento en que fuimos a retomar el viaje, nos encontramos con la sorpresa de que Galadriel no arrancaba. Girábamos la llave y nada, muerto.
Mientras esperábamos a un mecánico que habíamos llamado en nuestro auxilio, nos pusimos a manipular la batería con una piedra y una pinza, cual McGiver. Milagrosamente funcionó, y el auto logró arrancar. Cancelamos el mecánico y volvimos a la ruta.
La siguiente parada antes de nuestra gloriosa entrada a Thames fue en Matamata, el hogar de Hobbiton, esa hermosa locación del Señor de los Anillos donde viven los hobbits como Frodo, Bilbo y Sam. No podíamos perdernos esa oportunidad de ir a conocer.
Tal como preveíamos, la entrada al lugar era bastante cara (75 dólares per cápita) así que nos conformamos con recorrer el gift shop (tienda de recuerdos) y sacarnos una foto con el cartel de la entrada. Por supuesto que volveremos y pagaremos la entrada para hacer el tour, pero será en un mejor momento monetario.
Sin más paradas técnicas, a eso de las cinco llegamos a Kopu, el paraje que mencionaba antes, que queda a cinco kilómetros de Thames. La razón por la que venido ido a parar acá fue que, tras una búsqueda intensiva de alojamiento, el lugar más barato que encontramos fue un Motor Lodge sobre la ruta, que es similar a un apart hotel: es decir, habitaciones con cocina, living y dormitorio.
Después de descargar nuestras pertenencias, salimos a recorrer la zona. Descubrimos que Kopu tiene unas cuatro cuadras (literalmente) y Thames pocas más. Pero, a diferencia de Hastings, el paisaje que lo rodea es más lindo, ya que está en la ladera de una montaña y al lado del mar. Como curiosidad, hay que mencionar que, según una revista local, en el siglo XIX Thames era más grande que Auckland, porque la región era el epicentro de la fiebre del oro. Qué tiempos aquellos.
Finalmente, el miércoles 11 nos presentamos en nuestro nuevo trabajo. Conocimos a Dharma, cuyo nombre nos hace acordar a la hija del Diego, y empezamos a trabajar. Recolectar blueberries es más fácil que todo lo que hicimos hasta ahora porque los árboles son más bajos, con lo cual no necesitamos usar escalera, y menos frondosos, así que toda la fruta está a la vista. El punto negativo es que las frutas son muy pequeñas y que nos pagan por kilo juntado, por lo que tenemos que recolectar bastante para hacer plata. Pero, en general, nos fue bastante bien y ganamos más que con el thining.
El tiempo dirá cuántos días viviremos en Kopu y qué tan abultadas quedarán nuestras cuentas bancarias. Por lo pronto, el jueves ya tuvimos libre y fuimos a recorrer la cercana península de Coromandel, la cual nos deleitó con sus hermosas playas al lado de la montaña y sus aguas cristalinas, a solo 50 kilómetros del motel.
Nos leemos cuando la limitada conectividad del pueblo lo permita. ¡Saludos!