Vivir fuera de Argentina tiene otras consecuencias más allá de las siempre mencionadas, a saber: extrañar la familia, los amigos, el asado, las medialunas. Una de las cosas que más se pierden es la actualidad del país. Aquello que sucede en el momento y que alimenta las charlas de cada día, como los últimos memes, los escándalos de la farándula, las rencillas políticas y la escena musical.
Cuando volvimos de visitar Argentina a principios de 2022, Ro trajo un par de recomendaciones musicales de sus amigos, para ver si podíamos actualizarnos un poco. No es que tenga nada de malo seguir escuchando a Serú Girán, Spinetta y Sumo, pero no queríamos convertirnos en los típicos viejos que repiten como loros “música era la de antes”.
Las primeras dos o tres canciones que puso Ro eran meh. Sonidos básicos, voces monótonas y letras insulsas. Ok, música era la de antes. Pero después puso Ouke, de Ca7riel y Paco Amoroso. Y sí, decir que nos sonó bizarro es poco, pero miré a Ro muy serio y le dije: “¿Sabés qué? Esto es raro, pero al menos suena diferente. Es original e interesante”. Ella se mostró de acuerdo. Tal vez había algo ahí.
Intrigados, vimos un pedazo de un recital en vivo reciente de Ciro y los Persas. La banda del ex Los Piojos está muy bien, pero lo mejor pasaba en el minuto 3 de Pistolas, cuando salía al escenario un pibe flaco y desgarbado, vestido con un buzo enorme, a improvisar unas rimas que en pocos segundos reivindicaron más luchas sociales que La Berisso en veinte años de carrera. Así conocimos a Wos.
Desde ahí solo seguimos sumando nombres: Trueno, Duki, Paulo Londra, Bizarrap, Louta, L-Gante y otros. Una frase de Sangría, la espectacular colaboración de Trueno y Wos, definía de manera precisa lo que sentíamos en ese momento: “te guste o no te guste somo’ el nuevo rock and roll”.
No es que seamos de esos que creen que el rock es un estilo musical “superior” a otros, pero lo entendemos como una corriente artística contestataria, que habla sobre lo que otros callan, describe realidades invisibilizadas, innova, arriesga e incomoda al poder. Desde nuestro punto de vista, el rock puede ser pop, cumbia, trap o reggaeton. Lo importante es el contenido. Y esos pibes tenían contenido, hablaban de sus realidades y de las de muchos otros e innovaban. Vaya si innovaban.
El destino (concepto central en las letras del trap argentino) quiso que a mediados de ese mismo año Trueno diera un recital en Copenhague. El hecho de que un rapero argentino de veinte años fuera a cantar a un lugar tan fuera del radar habitual de nuestros artistas nacionales terminaba de confirmar que “los pibes” juegan en otra liga.
El recital de Trueno terminó de meternos de lleno en esta nueva ola musical. Canciones como Sangría, Tierra zanta, Argentina y Fuck el police (como buenos viejos de izquierda, nos gustan todas sus letras más contestatarias) forman ya parte de nuestras playlists más escuchadas.
Más allá de seguir a varios de ellos, nuestro favorito seguía siendo Wos. No sé bien cómo describirlo. Una combinación de letras pseudo filosóficas, que hablan de cosas como la identidad, las inseguridades y el sentido de la vida (escuchen Andrómeda si quieren un ejemplo), con otras que cuestionan el status quo de la sociedad y arrasan con los poderosos que oprimen a la gente. En ese sentido, Canguro pasó a ser nuestro himno desde la primera vez que la escuchamos. “No hables de meritocracia, me da gracia no me jodas, que sin oportunidades esa mierda no funciona”. ¡Bum!
Así que a fin de año, cuando Wos anunció un recital en Madrid para febrero de 2023, no dudamos ni un segundo en sacar la entrada. Y el destino se mostró de nuevo de nuestra parte, ya que unas semanas después descubrimos que Duki iba a tocar también en Madrid, en el mismo lugar y apenas un día antes. No nos quedó más remedio que comprar otra entrada.
Duki es como una especie de padre de la escena urbana argentina. El que abrió el camino y rompió los prejuicios para que muchos otros pudieran transitar la misma senda. A priori, no está en nuestro top 3 (Wos, Trueno, Bizarrap, por si les interesa), pero nos gustan varias de sus canciones y lo respetamos mucho. Habla de una manera tan sencilla y con unas ideas tan claras que más que un escenario dan ganas de darle un ministerio.
Una fría noche de febrero, mientras caminábamos hacia el WiZink Center de Madrid, bromeábamos con que sin dudas íbamos a subir el promedio de edad de los asistentes al recital del Duko (apelativo cariñoso de su otro apelativo). Y es un hecho que la mayoría eran chicos y chicas de entre 16 y 25 años, pero también había unos cuantos de 30+; algunos como acompañantes de los menores y otros curiosos por ver de qué se trataba eso.
No sé muy bien qué esperábamos nosotros. Al no conocerlo demasiado no teníamos tantas expectativas, por eso nos sorprendió que a la hora de empezar el recital el estadio estuviera lleno con quince mil personas, por segundo día consecutivo. Al comprar a último momento, quedamos ubicados en la platea más alta, desde donde el Duko era apenas una mancha que se movía sobre el escenario. El típico lugar a donde va a parar el público más tranquilo, el que se sabe dos o tres hits y listo. Pero el WiZink Center entero se volvió literalmente loco cuando sonó la primera estrofa. La platea alta temblaba tanto como el campo, y la gente a nuestro alrededor cantó hasta la última canción. En general, durante los recitales el núcleo duro de los artistas se amontona en el frente del campo y el resto es el de los hits. Pero con Duki fue la primera vez que sentí que TODO el estadio era el núcleo duro. Las quince mil personas cantaban y hacían pogo con cualquier cosa que el Duko cantara, desde sus traps más agresivos a sus reggaetones más románticos, pasando por su personalísima (y excelente) sesión con Bizarrap.
Menos de veinticuatro horas después volvimos al WiZink para el recital de Wos. El estadio había sido adaptado, de manera que todas las tribunas estaban tapadas y solo había campo. Una configuración que reducía la capacidad a unas seis o siete mil personas, más acorde a los números que hoy por hoy maneja Wos en España. Sus letras, entre combativas e íntimas, lo restringen a la hora de venderse en el ámbito internacional, pero igual es una cantidad nada desdeñable. Pensemos que en el recital de Fito Páez en Barcelona al que fuimos a fines de 2022, donde celebraba treinta años de carrera, había seis mil personas.
La presentación de Wos colmó nuestras expectativas. A diferencia de Duki, que si bien tiene una banda se apoya más que nada en pistas grabadas, Wos tiene una puesta en escena más tradicional, con una banda de cuatro integrantes que generan toda la música en vivo. Ni mejor ni peor, pero otra explicación de por qué nos gusta más a los “viejitos”.
Durante las casi dos horas de concierto Wos tocó su último álbum, Oscuro Éxtasis, completo, más casi todos los temas del anterior, Caravana, y un par que están “descatalogados”, como el mencionado Andrómeda (“¿cómo hay que amar? ¿Hay que amar? Hay que desarmar los preceptos hechos y tirarse al mar”) y Arrancármelo, el hit que se hizo famosísimo durante el Mundial (“no me pidas que no vuelva a intentar, que las cosas vuelvan a su lugar”).
Wos y Duki nos hicieron pasar un fin de semana inolvidable en Madrid. Y junto a Trueno, Louta, Biza y los otros, a los que quizás pronto veremos también, nos acompañan día a día y nos hacen sentirnos un poco más cerca de Argentina. A menudo nos felicitamos a nosotros mismos por dejar de lado nuestros prejuicios y animarnos a escucharlos. Les deseo que ustedes también puedan hacer lo mismo. No se van a arrepentir.