Qué poco sabemos de República Checa, ese país de tamaño similar a Entre Ríos ubicado en el medio de Europa. ¿Formaba parte de la Unión Soviética? ¿De Yugoslavia acaso? ¿Cómo se llama el presidente? ¿O es primer ministro? ¿Su moneda es el euro? ¿Podemos nombrar a algún checo famoso? Y aunque a muchos nos suena Praga como uno de los mejores destinos del viejo continente no resulta tan fácil afirmar que es la capital de ese pequeño estado vecino de Alemania, Austria, Eslovaquia y Polonia.
Entramos por la puerta de atrás a República Checa, en una frontera casi olvidada en el suroeste lindante con Alemania desde donde llegamos a una próspera ciudad llamada České Budějovice. Los edificios medievales, renacentistas y barrocos dominaban el paisaje urbano de un lugar que, como en casi toda Europa, encontraba su mayor atractivo en torno a la plaza principal de la zona conocida como la ciudad vieja.
Allí conocimos uno de los atractivos de Checa que más gusta a los turistas después del puente Carlos IV de Praga: los precios. Dejando de lado el alojamiento en la capital —similar a lo que pagamos en Italia— el resto de las ciudades suelen ser muy económicas. Para muestra basta un botón: un litro de leche en el supermercado, 40 centavos de dólar, pan lactal grande, 75 centavos y medio kilo de carne picada, 2,50 (el salario mensual promedio es de 1150 dólares).
No muy lejos de Budějovice visitamos Český Krumlov, un hermoso pueblo medieval atravesado por el río Moldava con un imponente castillo que domina la región desde una colina. Y la copiosa lluvia que caracterizó nuestro paseo fue la excusa ideal para probar una especialidad de la casa: el trdelník, una especie de masa de torta en forma de cilindro hueco cubierta con azúcar y relleno a elección, entre los que se destacan chocolate, vainilla, frambuesa y hasta helado.
Český Krumlov
Trdelník, idea para importar
Teníamos pensado probar mucha más comida checa, ya que en ocasión del cumpleaños de Ro había reservado un tour gastronómico en Praga donde te llevan a degustar sus mejores platos y bebidas, pero una cancelación de último momento nos dejó con las ganas. Al menos probamos algunas de las cervezas más conocidas del país, como la Staropramen, Gambrinus y Budweiser que, ¿a qué no saben?, es originaria de República Checa.
Después de České Budějovice pasamos una noche en Telč, una minúscula localidad en la región de Moravia con una plaza central que figura como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Es enorme, tiene una forma extraña y está rodeada de casas de múltiples colores y figuras, donde antaño los nobles competían para tener la mejor fachada. Aunque lo de plaza se ajusta al concepto europeo y no al argentino: son lugares de cemento puro, sin árboles, con alguna fuente o monumento principal en el centro.
Telč
La plaza principal
El siguiente destino fue Olomouc, una ciudad a la que ambiciosamente algunos describen como “Praga sin turistas”. Es muy agradable y conocerla fue un acierto, pero la comparación la colma de expectativas desmedidas que quizás no se ven del todo cumplidas. Una curiosidad de Olomouc es un enorme reloj astronómico instalado en una de las fachadas del ayuntamiento. El artefacto fue inicialmente colocado allí hace más de 500 años, pero tras ser prácticamente destruido en la segunda guerra mundial el gobierno comunista que surgió en Checoslovaquia ordenó la reconstrucción del reloj con el detalle de sustituir las figuras religiosas y de reyes que lo adornaban por atletas, obreros, granjeros, científicos y otros miembros del proletariado.
Olomouc
El reloj comunista
Tras una semana dando vueltas por República Checa nos acercábamos a Praga, pero todavía teníamos dos cosas más que ver en el camino. Primero, el extraño —y macabro— osario de Sedlec, una pequeña capilla católica situada bajo la iglesia del Cementerio de Todos los Santos que contiene aproximadamente 40 mil esqueletos humanos, colocados artísticamente para formar la decoración y el mobiliario de la capilla. Tal peculiar idea fue ordenada en el siglo XIX por la familia Schwarzenberg, poderosos nobles y aristócratas de la zona.
Lindo para visitar de noche…
En segundo lugar, cerca de un pueblo llamado Blansko llegamos a las cuevas de Punkva, curiosas formaciones bajo tierra atravesadas por un río subterráneo. La idea era tomar un colectivo urbano, pero tras perder el último que salía hacia allí tuvimos que buscar una parada de taxi, la cual la encontramos en un bar —no es chiste, fuera del local había un cartel que así lo anunciaba. Ro se acercó a la barra para preguntarle a la mujer que atendía si era realmente posible conseguir un transporte en ese lugar, la dueña hizo una seña hacia uno de sus clientes y el taxista apuró su cerveza para levantarse de la mesa y llevarnos.
Las bati-cuevas de Punkva
Fue la única vez que tuvimos que recurrir a un medio privado de transporte, porque el sistema público es muy eficiente, cómodo y económico. Los trenes conectan todo el país con buenas frecuencias y cortos tiempos de traslado, son confortables y fáciles de comprar. En cuanto a colectivos, viajamos bastante en la empresa checa Student Agency, que además de precios baratos posee colectivos de última generación, con personal a bordo que ofrece café y diarios gratis, wifi y pantalla en cada asiento con películas y canales de televisión en vivo.
Ya instalados en Praga recorrimos todos los imperdibles, aunque quizás por el hecho de haber visto antes lugares similares en Checa y en el resto de Europa no nos impactó tanto como debería. Por supuesto que igual es un imprescindible entre las capitales del continente, con sus callejuelas de la ciudad vieja, su enorme castillo e importantes lugares históricos como la Plaza de Wenceslao, donde desfilaron los tanques soviéticos que llegaron para terminar con el movimiento de la Primavera de Praga de 1968.
Praga
La vida de la ciudad pasa literalmente por el puente de Carlos IV
Plaza de Wenceslao
Y aunque no fue a propósito, lo mejor de República Checa quedó para el final. La ciudad balnearia de Karlovy Vary se convirtió en nuestra preferida, con su bello emplazamiento en medio de unas colinas pobladas de bosques, su ambiente animado pero tranquilo y sus trece fuentes termales que atraen miles de turistas en busca de tratamiento. No sólo van a bañarse en el agua que ofrecen los múltiples spa, sino que también la beben desde numerosas fuentes que hay por toda la localidad. Por eso es muy normal ver gente caminando a toda hora con un vaso de plástico en la mano o una taza de cerámica que venden en todas las tiendas.
Probando el agua termal a la vieja escuela
Karlovy Vary ha ganado recientemente cierta fama extra al ser una importante locación en la película de James Bond Casino Royale (2006). A pesar de que en la historia nunca se la menciona por su nombre —de hecho el guión pretende que la acción se desarrolla en Montenegro— sus calles principales, el hotel Pupp y el Kaiserbad Spa son fácilmente reconocibles en la película.
Por esas calles se paseaba James Bond en su Aston Martin
Un último tren nos llevó de República Checa a Alemania y así se acabaron nuestros días en la ex Checoslovaquia (a propósito, su división con Eslovaquia fue absolutamente pacífica, una extrañeza para asuntos de ese tipo). Un día en Praga ojeé al pasar una guía con información básica del país donde se recomendaban libros y películas nacionales para tomar como referencia. No conocía ninguno. Y aunque todavía no sé cómo se llama el primer ministro o el presidente ni si participaron en el último Mundial de fútbol, guardaré un especial recuerdo por el trdelník de Český Krumlov, las casitas de Telč y las aguas termales de Karlovy Vary.
Lastima que no conoci algunos de esos hermosos lugares. Pero que clara tu descripcion para un proximo viaje o viajero.
Quizas seas vos uno de esos próximos viajeros
Hermoso y aprendo un montón. El cementerio baratito, ví uno igual en Portugal donde depositaban los fiambres en el sótano de la Iglesia. Sigan participando.-
Gracias por leer. Estamos en contacto
Excelente como siempre ro y facu, me entretienen mucho los relatos, un saludo grande!
Gracias Max! Abrazo grande