Si bien ya habíamos estado en Japón en invierno nos había quedado pendiente verlo nevado. En Tokio cayeron unos copos durante nuestra primera estadía pero no lo suficiente como para satisfacer nuestras ganas. La cuenta quedó definitivamente saldada este año cuando la mañana que nos íbamos de Kioto amaneció completamente blanca y con una fuerte y persistente nevada.
A pesar de tener que cargar nuestras mochilas bajo ese clima para muchos hostil, a nosotros no nos afectó en absoluto porque era algo que esperábamos ver. Lo que sí se hizo largo fue encontrar la parada del colectivo que nos llevaría a Takayama, nuestro siguiente destino japonés.
Así nos despidió Kioto
En Japón los colectivos no son muy populares. La mayoría de la gente prefiere viajar en trenes, que son más rápidos, cómodos y eficaces, por lo que el transporte por ruta está bastante relegado a un segundo plano. Aun así logramos comprar pasajes de bus en un sitio web en inglés, que nos mandó un pequeño mapa de cómo encontrar la parada en Kioto y unas indicaciones en japonés para que le mostremos al chofer.
De más está decir que el mapa era bastante precario, y que en la estación de trenes no estaba para nada claro dónde tomar los colectivos. Así que dimos vueltas hasta que encontramos una especie de parada de buses, afuera, en el medio de una nieve que ya cubría varios centímetros. Las indicaciones estaban todas en japonés, por lo que empezamos a mirar si reconocíamos algún número o algo que nos guiara, pero nada. A todo esto la hora corría y se acercaba el momento de nuestra partida, con el consiguiente peligro de quedarnos varados en Kioto.
Tomamos coraje y encaramos a un japonés que andaba cerca de los colectivos con cara de estar informado. Sin mediar palabra le mostramos las indicaciones en su idioma que nos habían mandado. La respuesta fue esclarecedora:
—右行くと、左側に回し.
¿No entendieron nada? Imagínense que nosotros, bajo la fuerte nevada de Kioto, tampoco. La escena se repitió con otras dos personas, que a pesar de su esfuerzo y ganas de ayudarnos no hablaban una palabra de inglés y apenas pudieron hacer confusas señales con los brazos en direcciones contradictorias.
A menos de quince minutos de la hora de partida recorrimos una por una todas las paradas en busca de algo, una señal que nos indicara que era el lugar correcto. Lo que encontramos fue un cartel con el numero 8:55, nuestro horario de partida. Entusiasmado, llamé la atención de una mujer que estaba cerca y señalándole el cartel le pregunté:
—¿Takayama?
—Takayama —respondió con una tímida sonrisa.
—¡Takayama! —exclamé triunfal.
El colectivo finalmente llegó veinte minutos tarde, algo completamente extraño en Japón donde la puntualidad es ley, pero estaba justificado porque la tormenta de nieve lo retrasó. Lo mismo para la llegada a Takayama, dos horas después de lo previsto, pero en la ruta se circulaba muy despacio en algunos tramos.
El viaje fue muy agradable, atravesando montañas, bosques y valles, todo cubierto por un grueso manto blanco. Takayama no era la excepción, y nada más bajar del colectivo nos enterramos hasta los tobillos en la nieve de la cantidad que había.
Takayama
La región es bastante turística, ya que está en el medio de los alpes japoneses y tiene construcciones muy tradicionales, de madera y techos a dos aguas bien inclinados para impedir la acumulación de nieve. Se habla de la zona como el Japón rural, pero Takayama tiene cien mil habitantes… Así de grande es Japón, que a una ciudad tan habitada se la considera casi un pueblo.
El lugar es realmente muy lindo, con mayoría de casas típicas construidas en la ladera de una montaña y atravesado por un río y canales de agua. Además, el estar completamente nevado le daba un plus, ya que pocas veces en mi vida vi algo tan imponente. Cualquier templo o casa típica adquiría una relevancia inusitada por las condiciones de clima.
Nuestra estadía fue breve, apenas 24 horas, porque teníamos que seguir viaje rumbo a Toyama donde nos esperaba Miyu, una japonesa que conocimos trabajando en Halls Creek y que muy amablemente nos había invitado a pasar unos días en su casa.
Toyama no es un destino turístico, pero es una linda ciudad en medio de las montañas y también estaba completamente nevada. Aunque no es muy mencionada en los libros, durante la segunda guerra mundial fue gravemente bombardeada por los estadounidenses, que destruyeron la ciudad prácticamente en su totalidad. Pero la historia la escriben los que ganan, por eso es bastante difícil encontrar información al respecto. De hecho en numerosos sitios de internet hablan de que Toyama fue destruida en un 99% pero en ningún lado se menciona el número de víctimas. Y cuando le preguntamos a Miyu al respecto no sabía absolutamente nada del tema.
Cena con Miyu y su familia
Paseando con Bonn, el perro de Miyu
Durante los dos días que estuvimos en Toyama nos recibieron de manera increíble y nos llevaron a recorrer un montón de lugares interesantes, como por ejemplo el Gran Buda de Takaoka, una estatua de Buda de casi 16 metros que es la tercera más grande de Japón. En ese lugar cumplimos la tradición de depositar 100 yenes a cambio de elegir al azar un omikuji, un pequeño papel con nuestra fortuna para el resto del año. Como el pronóstico fue bueno lo guardamos en nuestra billetera. Caso contrario se estila doblarlo y atarlo a un árbol de pino dentro del recinto del templo, para que así la mala suerte no se vaya con el portador.
Otro sitio llamativo al que nos llevaron fue un onsen, palabra japonesa con que se designa a un lugar con aguas termales de origen volcánico. Los japoneses tienen muchos de estos establecimientos en cada ciudad, que funcionan como una especie de baños públicos, donde van a relajarse un rato, darse una ducha y afeitarse, por ejemplo.
Listo para mi primera incursión en un onsen japonés
En los onsen los hombres y las mujeres van a lugares separados, porque una vez adentro se circula completamente desnudo. También es obligación ducharse rápidamente antes de meterse a las piletas termales y no se permite el ingreso a personas con tatuajes, ya que en Japón son símbolos de los yakuza, la mafia japonesa, y no están bien vistos.
La forma de bañarse en estos baños públicos es bastante curiosa. En vez de duchas privadas hay un gran salón con gran cantidad de duchas individuales, pero una al lado de la otra sin división. Cada pequeño sector incluye además un banquito de plástico (los japoneses se bañan sentados), espejo y artículos de aseo personal como jabón y champú, entre otros.
Lo bueno del onsen al que nos llevaron es que tenía también un sector al aire libre, donde pudimos meternos a las aguas termales y al mismo tiempo estar bajo una persistente nevada con vista a los alpes. Un pequeño momento sublime en esta vida.
Adentro del onsen no se puede sacar fotos, así que les dejo una imagen sacada de un manga (comic japonés) para que se den una idea cómo es
¿Y cómo es una verdadera casa japonesa por dentro? Contra todo pronóstico, muy grande. Seguramente no sea una regla general, pero esta en particular tenía cuatro habitaciones, en las que se repartían Miyu, sus padres y su abuelo. Los ambientes siguen la misma lógica que los nuestros: un living, un comedor, una cocina, etc. La única diferencia es que siempre que llegan de la calle se descalzan y adentro andan en medias o pantuflas.
Los padres trabajan los dos (ambos en la compañía del padre) pero en la casa la madre es quien se encarga de cocinar y lavar los platos. Y mientras ella no parecía tener demasiados hobbies él contaba que le gustaba ir a esquiar con los amigos y salir a caminar con su perro, Bonn. En cuanto a horarios, la cena siempre era entre las seis y las siete de la tarde, por lo general acompañada de sake (bebida alcohólica japonesa a base de arroz) en el caso del hombre y té para la mujer.
En los dos días que estuvimos nos dieron a probar un montón de comida típica japonesa, empezando por el archiconocido sushi, hecho a partir de arroz y pescado crudo, en variantes no tan comunes de ver en Argentina, como con salmón, caballa, cangrejo, huevos de pescado, entre muchos otros que no conocemos el nombre.
Ro devorándose el sushi con los ojos
Un plato que nos gustó mucho fue el nikujyaga, una mezcla de papas, zanahorias, cebolla y carne de ternera cocinados en una cacerola con salsa de soja y sake. Y el sukiyaki, también preparado de manera similar pero incluyendo hongos, puerco, repollo, fideos de arroz, carne o pollo y tofu (similar en su forma y textura al queso pero preparado con semillas de soja y agua).
Un caldo, una olla e ingredientes a gusto, lo más usual en una mesa japonesa
Ellos comen con palitos. Nosotros, bastante primitivos para dominar la técnica, seguimos con el tenedor
El ramen es otra comida japonesa bastante conocida que también probamos, aunque en este caso en un restaurante en Toyama, ya que lleva bastante tiempo prepararlo. Es un plato a base de fideos en un caldo con distintas variedades, como pollo, mariscos, carne de cerdo y más.
Ramen
Con los ojos maravillados de tan hermosos paisajes y la panza llena de tanta comida dejamos atrás Toyama con nostalgia. No tenemos más que palabras de agradecimiento para Miyu y su familia por tan cálida acogida. Ojalá algún día podamos devolverles el favor en Argentina. Arigato gozaimasu! *
* Muchas gracias
Que buena experiencia. Que buena gente. Los esperamos en Argentina
Excelente experiencia. Andá perfeccionando tu japonés