Dinamarca es conocido en el mundo por sus inviernos largos, Hans Christian Andersen y el hygge. También por los vikingos, el Estado de bienestar, el handball, la energía eólica, las bicicletas, los muebles de Arne Jacobsen y las películas de Lars von Trier. Pero, sobre todo, Dinamarca es conocido en el mundo por Lego.
La popular empresa de juguetes fue fundada en 1932 por un carpintero del interior del país, quien se quedó sin clientes debido a la crisis económica del 29 y se vio obligado a cambiar de rubro. Mucha agua pasó bajo el puente en casi cien años de historia, hasta llegar en la actualidad a encabezar el ranking mundial de ganancias entre las marcas de juguetes, con un valor que ni siquiera las otras nueve en el top 10 pueden alcanzar juntas.
El carpintero
Ole Kirk Christiansen tenía 41 años cuando la caída del mercado de valores de Wall Street en Nueva York acabó con su pequeña carpintería de Billund, una aldea 260 kilómetros al oeste de Copenhague, que no llegaba ni a los 500 habitantes. Por si le faltaba algo, en la misma época enviudó y se quedó solo con cuatro hijos menores de edad.
Cercado por las deudas y el hambre, Christiansen se topó con un artículo de una revista que recomendaba fabricar productos de venta fácil, tales como escaleras plegables, tablas de planchar y… juguetes. Motivado por esta revelación, decidió utilizar su talento de carpintero para comenzar a fabricar juguetes de madera, como autos, aviones y yoyos.
El problema era que le faltaba el dinero para encarar su nuevo emprendimiento, así que recurrió a sus doce hermanos y hermanas para que actuaran como garantes de un préstamo de tres mil coronas danesas (unos ocho mil dólares en la actualidad). Solo recibió respuestas negativas, y hasta una curiosa pregunta: “¿No podés encontrar algo más útil que hacer?”.
Pese a todo, Christiansen no se dio por vencido y encontró los fondos para fundar la Billund Maskinsnedkeri (“fábrica de carpintería Billund”), cuyo horrible nombre no le auguraba un buen futuro en el mundo del marketing. Por suerte, el flamante juguetero lo notó a tiempo, y después de unos pocos años organizó un concurso entre sus pocos empleados para dar con un nombre mejor. En una decisión que nadie dudaría en calificar de polémica, el propio Ole Kirk Christiansen se consagró ganador de la competencia con la denominación “Lego”: una mezcla de las palabras danesas leg (“jugar”) y godt (“bien”). Años más tarde, alguien notaría que Lego en latín significaba “construyo”.
La familia
Lego siempre fue una empresa familiar. Godtfred Kirk Christiansen reemplazó a su padre Ole Kirk como director de la empresa tras la muerte de éste. Kjeld Kirk Christiansen, hijo de Godtfred, a su vez también llegaría a ser director de Lego. El primer CEO de la empresa en no apellidarse Christiansen sería contratado recién en 1973.
Pese a la estrecha relación, o quizás precisamente por eso, las cosas no eran fáciles en el seno de la compañía. En 1952 Godtfred Kirk renunció cuando, tras una diferencia de opiniones con su padre, éste le manifestó: “Acá el jefe soy yo”. La cuestión terminaría por arreglarse, pero no sería el último conflicto familiar. En 1960, cuando Godtfred Kirk decidió abandonar la producción de juguetes de madera, Karl Georg Kirk Christiansen, uno de sus hermanos que también trabajaba en la empresa, decidió renunciar y fundar su propia compañía de juguetes a cuarenta kilómetros de Billund. Recién en 1981 se resolvería el conflicto, cuando Lego compró la fábrica de Karl Georg y lo dejó en el puesto de director.
El plástico
Después de la Segunda Guerra Mundial, Lego comenzó a tener problemas para conseguir la madera de haya que utilizaba para fabricar sus juguetes, extraída de un bosque en Kolding, muy cerca de la frontera con Alemania. Al mismo tiempo, el período de posguerra presentó a la industria nuevas tecnologías, y de esta manera en 1946 Ole Kirk Christiansen volvió de una demostración en Londres con una máquina de moldeo por inyección de plástico.
Nadie se mostró muy entusiasmado con el nuevo material, empezando por la propia familia. En una entrevista en un diario de 1949, Godtfred Kirk Christiansen declaró: “Se pueden hacer cosas lindas y tiernas en plástico, pero la madera es un material más resistente”. La respuesta de su padre no se hizo esperar: “¿No tenés fe? ¿No lo podés ver? ¡Si lo hacemos bien podemos vender estos juguetes en todo el mundo!”.
El año 1952 mostraría que el viejo Ole Kirk tenía razón, con el lanzamiento al mercado de un tractor de plástico a pequeña escala. El juguete era un modelo exacto de un popular tractor que los agricultores daneses usaban por esa época. La lógica detrás de esta elección era algo como “si papá tiene un tractor, sus hijos que juegan en el campo también quieren uno”. El costo de producir los dibujos técnicos y los moldes necesarios para fabricar el tractor significaron para Lego una inversión de treinta mil coronas, contra las diez mil que costaba el tractor real. Pese a todo, el dinero valió la pena, ya que ese año por primera vez las ventas de los productos de plástico de Lego superaron a las de madera.
Resignado a su derrota, el propio Godtfred Kirk Christiansen acabó con la producción en madera en 1960.
Los ladrillos
El producto que haría a Lego famosa en todo el mundo llegaría casi veinte años después de fundada la empresa. En 1949 salieron al mercado los primeros ladrillos de encastre, que se podían unir con otros para crear todo tipo de figuras. En honor a las fuerzas aliadas que lucharon en la Segunda Guerra Mundial, los ladrillos recibieron un nombre en inglés: Automatic Binding Bricks (“ladrillos de unión automática”).
Al principio, el nuevo producto fue un fracaso. Tuvieron que pasar algunos años, hasta que con el éxito del tractor Ferguson Lego empezó a reinvertir sus ganancias para desarrollar los ladrillos. Con una mejor calidad y mayor variedad (incorporando, por ejemplo, puertas y ventanas como elementos de construcción independientes), los ladrillos se transformaron en un hito sin precedentes. Otra de las claves fue la decisión de que desde ahí en adelante todos los ladrillos encajaran entre sí, sin importar cuándo fueran producidos.
El plagio
Los ladrillos habían sido una idea genial de la familia Christiansen, ¿pero había sido de verdad una idea de ellos?
Hilary Fisher Page (que, a pesar de lo que parece indicar su nombre, era un hombre) era un fabricante de juguetes inglés que había montado su propia empresa, Kiddicraft, en el mismo año que nació Lego: 1932. Poco después de la guerra, Page diseñó y produjo los primeros ladrillos de construcción autoencajables Kiddicraft, cuyo diseño básico patentó en 1947.
Por esos años, Ole Kirk Christiansen fue a Londres para la demostración de la máquina inyectora de plástico, y en la capital inglesa uno de los vendedores le mostró unos bocetos de lo que Kiddicraft estaba haciendo. Ni lerdo ni perezoso, en cuestión de meses Christiansen comercializó su propia versión del ladrillo de Page.
Según su propia familia, Page nunca llegó a enterarse del plagio sufrido a manos de Lego, ya que se suicidó en 1957. Por las dudas, en 1981 Lego compró los derechos de Kiddicraft a los herederos de Page, y eliminó toda referencia a la compañía inglesa de su historia oficial.
Irónicamente, desde entonces Lego emprendió una agresiva campaña judicial contra las marcas que consideraba que plagiaban “su” idea. Como la patente de los ladrillos Lego expiró en los ochenta, surgieron otras jugueteras que imitaron el modelo con opciones más económicas, como la estadounidense Tyco, la española Exin (y sus piezas TENTE) o las argentinas Mis Ladrillos y Rasti. La que más lejos llegó en el “plagio” fue Tyco, con un llamativo eslogan que decía: ”es Lego, solo que más barato”.
Legoland
Con el éxito de los ladrillos Lego, la fábrica de Billund empezó a recibir muchos visitantes cada año, que llegaban para contemplar los nuevos modelos terminados. Con más de veinte mil visitas anuales en los sesenta, la fábrica estaba al borde del colapso, por lo que la empresa decidió construir un espacio de exhibición al aire libre. De esta manera, en 1968 abrió sus puertas Legoland, donde todo estaba construido con ladrillos Lego, desde un tren a escala normal hasta un teatro de marionetas, pasando por casas, paisajes, vehículos y más. Según la historia oficial, el suceso fue tan grande que el día de la inauguración el propio Godtfred Kirk Christiansen y el CEO de la empresa tuvieron que ayudar en la cocina del restaurante lavando platos.
El éxito de Legoland llevó en los años siguientes a abrir parques similares en Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Italia, Japón, Malasia y Emiratos Arabes Unidos, con planes de continuar la expansión hacia China y Corea del Sur.
Algo que se le critica al parque de Billund es que no ha evolucionado demasiado a lo largo de los años, aunque sigue siendo encantador. Hay montañas rusas, pabellones temáticos basados en los últimos modelos de Lego, una escuela de conducir para niños y negocios de comida donde venden papas fritas con forma de Lego. Lo mejor, sin dudas, es la exposición de modelos a escala de ciudades y edificios reales construidos con ladrillos Lego, como Amsterdam, Copenhague, el castillo de Osaka y la Estatua de la Libertad. ¿Lo peor? Un acuario donde mantienen encerrados todo tipo de peces gigantes, y otro lugar similar en el que hay pingüinos. Qué tienen que ver los animales vivos con Lego es un misterio.
La guarida
Con su fábrica y parque a la cabeza, Lego desarrolló una verdadera fortaleza en la pequeña Billund, que pasó de los trescientos habitantes en los años treinta a más de seis mil en la actualidad. La empresa llegó al punto de construir su propio aeropuerto, para facilitar la visita de sus socios comerciales y sus ejecutivos de ventas. Al principio fue un pequeño aeródromo privado, pero en 1964 se convirtió en un aeropuerto público, con sus instalaciones ampliadas y renovadas. Hoy en día, el aeropuerto de Billund es el segundo más grande de Dinamarca, con más de veinte aerolíneas operando y una media de tres millones de pasajeros al año.
Nada de esto, sin embargo, se compara con la que sería la mejor instalación de Lego: un depósito secreto donde la compañía guardaría una muestra de cada uno de los juguetes fabricados por la empresa desde su fundación en 1932. Su nombre sería Lego’s Memory Lane (“el Paseo de la Memoria de Lego”), y se trataría de un depósito subterráneo blindado, con rigurosas medidas de seguridad, como detectores de cambios de temperatura, humedad y fuego, entre otros.
Por supuesto, no es más que un mito, y la existencia de tal guarida nunca ha sido confirmada por la empresa.
El futuro
Aunque los ladrillos siguen siendo su marca registrada, Lego ha incursionado en todo tipo de productos a lo largo de las últimas décadas. Videojuegos, películas, ropa, relojes, muebles, zapatillas y hasta anuncios de seguridad para aerolíneas (mi favorito de todos los tiempos es este de Turkish Airlines).
Sus acuerdos con distintas franquicias hicieron posible cosas como el castillo de Hogwarts construido con Lego, películas de Batman como una figura de Lego, videojuegos donde es posible explorar la Tierra Media del Señor de los Anillos construida con ladrillos Lego y hasta la recreación de un gran punto entre Roger Federer y Novak Djokovic en el US Open, hecha con Lego, por supuesto.
Nada de esto, sin embargo, supera la maravilla publicada por el diario británico The Guardian, que recreó con los ladrillos daneses el mítico segundo gol de Maradona contra Inglaterra en el Mundial 86. Gracias Lego, los ladrillos no se manchan.
Foto de portada: Fortune.com
Excelente articulo. ¿Siguen haciendo los podcast? Saludos desde Córdoba.
Gracias Juan! Este año sacamos la tercera temporada sobre los Balcanes, no sé si la escuchaste. Y antes de fin año tenemos planeado una cuarta.
Saludos
Que gran Historia.😘
Muy interesante, la historia de Lego. Felicitaciones, Líder! 😉
Gracias Lili por el aguante!