Cinco cosas que no creía que iba a extrañar de Argentina

En la historia de todo blog tarde o temprano termina apareciendo la nota de relleno basada en una lista (las siempre dudosas estadísticas de Internet dicen que eso las hace más llamativas para el público), así que para no ser menos se me ocurrió escribir una propia, precisando cinco elementos de nuestro país que no esperaba extrañar tanto al momento de empezar este viaje. Hago hincapié en lo “no esperado”, dejando así de lado las obviedades de la familia, los amigos y el asado (?).

Las medialunas

Internacionalmente algunos osan compararlas con los croissants, esa insulsa masa de origen austríaco (no francés, gracias Wikipedia) que no tiene gusto a nada, en ocasiones es por demás de grasosa y ni por asomo está bañada en almíbar. Las medialunas hechas y derechas no se consiguen en este lado del mundo, y eso provoca en mí reacciones parecidas a esta:

El bidet

¿Qué les puedo decir? Yo sé que en Argentina mucha gente no lo utiliza pero soy de la vieja escuela y el papel higiénico nunca me pareció tan higiénico, con lo cual sufro horrores la falta del compañero inseparable del inodoro. Es como un Batman sin su Robin. Por suerte en Asia algunos lugares lo incorporaban, aunque como una especie de manguera en el mismo inodoro, un sistema no muy recomendable ya que la mayoría de las veces se terminaba inundando el baño. El de Japón es el siguiente paso en la era de los baños, con inodoros inteligentes que funcionan de bidet con sólo pulsar un botón, además de muchos otros beneficios.

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El inodoro tecnológico de Japón es quizás la evolución definitiva

El delivery

Nada peor que no tener ganas de cocinar un domingo a la noche y/o tener la heladera vacía en Australia. Los famosos folletos que en Rosario dejan en todos los edificios con numerosas opciones de comida a domicilio acá no existen, y casi ningún lugar de comida hace envíos, o si lo hacen prácticamente te sale lo mismo que lo que pediste.

El español

No Antonio Banderas o alguno de los cracks del Barcelona, sino el idioma. Si bien es cómodo ir al cine y no tener que leer los subtítulos, la verdad es que todavía me pierdo la mitad de los diálogos. Además, en Melbourne está lleno de lugares de libros usados que se ven buenísimos pero leer en inglés me produce un gran cansancio moral antes de empezar. Y si bien puedo hablar con la gente me resulta imposible reproducir mi forma de ser más auténtica, ya que la mayoría de las veces no encuentro la forma de traducir mis chistes o mis comentarios irónicos no se entienden como tales.

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Decenas de revistas que jamás leeré

Los alfajores

Personalmente, nunca fui muy fanático y ni siquiera en mi vida he comprado un pote de dulce de leche, pero como sucede con muchas otras cosas no te das cuenta de que tanto las querés hasta que te faltan. Acá las golosinas se limitan a chocolates ultra secos o rellenos con algún dulce de fruta (puaj), pero nada parecido a un Milka mousse o mucho menos a un Havanna. Esta carencia se suma a la floja oferta de galletitas, en su mayoría caras, duras, amargas o insulsas. Nada comparable a las Rumba, Pepitos, Chocolinas, Twistos, Merengadas y un largo etcétera.

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