Hacía meses que llevábamos leyendo sobre Austria. Cuando este viaje era apenas un esbozo allá por octubre de 2015, averiguar cosas de nuestros futuros destinos nos ayudaba a soportar la monotonía de vivir en Halls Creek. Sin saber muy bien por qué y definitivamente sin apelar a ningún orden cronológico, Austria fue el primer país que escribimos en Google. El bendito motor de búsqueda nos devolvió muchos resultados que incluían a Viena, por supuesto, pero también otros rincones menos conocidos que valían una visita.
Siete meses después llegamos a la capital austríaca en un colectivo proveniente de Budapest, previo transbordo en Bratislava, Eslovaquia. Hacía un frío considerable a pesar de que estábamos en plena primavera europea y el cielo encapotado anunciaba que daría batalla por aguarnos los siguientes tres días. Pero el clima iba a ser el menor de nuestros inconvenientes en la llegada.
Desde hace un tiempo estamos usando Airbnb para conseguir alojamiento. Es un sitio web donde la gente coloca un aviso para alquilar una casa/piso entero o una habitación con cocina y baño a compartir. En general es mucho más económico que un hostel y más cómodo: menos gente a la hora de cocinar y tomar una ducha por ejemplo, además de que disponés, como mínimo, de una habitación privada.
Hasta Viena había funcionado siempre muy bien y nos quedamos en lugares excelentes. Pero los elevados precios de Austria nos obligaron a afinar el lápiz y hacer malabares para conseguir un buen lugar sin pagar una suma desorbitante. Así caímos en el departamento de tres estudiantes austríacos, uno de los cuales desocupaba una pieza por el fin de semana, que es la que nosotros íbamos a utilizar.
Dejando de lado los inconvenientes para ingresar al edificio —básicamente el muchacho nos dio mal las indicaciones del portero y estuvimos deambulando por la calle hasta que uno de sus compañeros por casualidad salió y nos dejó entrar—, el mayor problema fue el viernes a la noche cuando, al parecer unilateralmente, la única mujer del departamento decidió hacer una especie de fiesta que rápidamente desbordó la capacidad del pequeño hogar.
Tal vez nos estemos poniendo viejos, pero ya no toleramos tan bien la música alta, los gritos y los borrachos, especialmente en un lugar en el que pagamos por estar. Por si eso fuera poco, en medio de la madrugada alguien intentó entrar en nuestra habitación —quizás confundiéndola con el baño—, aunque por suerte se llevó puesto el sillón que previsiblemente habíamos movido para trabar la puerta. Tantas semanas conviviendo con las fiestas en la casa de Cashel St. en Christchurch no fueron en vano. Como extra, a la mañana siguiente la cocina era el lamentable escenario que suele acompañar las post fiestas, con botellas y vasos por doquier.
Aunque puertas adentro Austria nos mostró su lado más salvaje, hacia afuera nos trató muy bien. Viena resultó ser una especie de versión mejorada de Budapest, más ordenada, limpia y conservada, con una simetría general muy agradable a la vista. Además de palacios y edificios que albergaron a lo mejor de la oligarquía europea durante siglos también tiene muchos parques que se prestan fenomenalmente para un picnic o una siesta popular.
La señorial avenida Rinsgtrasse, que rodea el centro de Viena
Palacio Belvedere
Palacio de Schönbrunn
Y estamos en pleno siglo XXI…
Esta mezcla se hace latente en toda la ciudad, donde conviven desde estatuas de Mozart y Strauss hasta uno de los parques de atracciones más antiguos del mundo, pasando por el Hundertwasserhaus, un curioso edificio con montones de formas y colores extraños, que fue construido en 1985 como residencia municipal. Definitivamente de las mejores capitales que hemos conocido en Europa.
Nos tomó un tiempo hasta que pudimos pronunciar Hundertwasserhaus sin trabarnos
Johann Strauss
Un tal Mozart
Otro ídolo local: Niki Lauda
De Viena queríamos ir a Salzburgo, la cuarta ciudad más poblada del país, y de nuevo los precios nos obligaron a buscar una alternativa a los carísimos trenes y colectivos disponibles. La encontramos en Blablacar, otra plataforma web que consiste en conectar personas que van a realizar un viaje en auto y tienen lugares disponibles con otros que quieran hacer el mismo trayecto, pactando para ello un determinado precio.
Así terminamos en la campervan de Jule, una alemana de 29 años cuyo único hogar en el mundo era el vehículo que compartimos por unas horas. Cansada después de años de trabajar en una oficina renunció, finalizó el contrato de alquiler de su departamento, cargó todas sus pertenencias en la camioneta y se fue a viajar por Europa. Su sueño era diseñar campamentos de montaña para niños y con ese fin realizaba trabajos voluntarios para aprender sobre el tema. Y al mismo tiempo que escribimos sobre ella acá, Jule tiene su propio blog en alemán donde relató su experiencia con nosotros.
Jule, nuestra conductora de Blablacar
En Salzburgo nos alojamos bajo la misma lógica que Viena: una habitación privada en un departamento de estudiantes. Y aunque la cocina estaba un poco más sucia y desordenada al menos no hubo nada de fiestas. A decir verdad, prácticamente ni nos cruzamos con los otros habitantes de la casa. Los estudiantes austríacos parecen ser bastante ermitaños.
La ciudad resultó ser muy bonita, atravesada por el río Salzach y con una calle principal super elegante, donde hasta el McDonald´s parecía un restaurant de primera clase. En Salzburgo probamos por primera vez la tradicional wiener schnitzel de Austria —básicamente una suprema de pollo con papas fritas—, aunque, nobleza obliga, lo hicimos en un restaurant turco donde estaba considerablemente más barata.
La tradicional calle Getreidegasse
Los candados del amor hace rato que dejaron de ser únicamente patrimonio de París
Salzburgo es sede también de un museo perteneciente a la compañía Red Bull que fue construido en un hangar del aeropuerto. Dentro se pueden ver autos verdaderos de la escudería homónima de Fórmula 1, aviones, helicópteros y el traje original con que el paracaidista austríaco Felix Baumgartner se convirtió en 2012 en el primer ser humano en romper la barrera del sonido, sin apoyo mecánico y en caída libre.
“Red Bull te da alas…”
Más allá de sus ciudades pintorescas el punto fuerte de Austria son los espectaculares paisajes alpinos, por eso nos mostramos muy agradecidos cuando mis padres se ofrecieron a pagarnos el alquiler de un auto en ocasión del cumpleaños de Ro. Gracias a esto pudimos conocer lugares que de otro modo difícilmente hubiéramos alcanzado, o nos hubiera llevado una gran cantidad de tiempo y dinero.
Así que a bordo de un pequeño pero confortable Fiat Panda nos lanzamos a la ruta para descubrir la naturaleza austríaca en su esplendor. Y debemos decir que cualquier adjetivo que se utilice para describir la espectacularidad de los alpes no les hará justicia. Son una suma de montañas impresionantes pobladas de coníferas y nieve, conectadas por extensos valles verdes llenos de flores, lagos y ríos. Un paraíso que alberga algunos de los pueblos más lindos del mundo, como Saint Gilgen, Alpbach y St. Wolfgang im Salzkammergut.
Pero sin lugar a dudas nuestro favorito —y el de muchos más— es Hallstatt, un hermoso y aislado enclave rodeado por montañas a la orilla de un lago que refleja todos los colores a su alrededor. Un lugar donde casi no circulan vehículos, las casas son de madera y las pequeñas calles discurren como un laberinto sobre la ladera del monte. Es tanta la fascinación que genera Hallstatt en sus visitantes que en China un gobierno regional construyó una ciudad desde cero con el mismo nombre y copiando exactamente el diseño de su par austríaca.
Hallstatt
El paisaje no estaba nada mal
Alpbach también tenía lo suyo
Otro hito imponente en la zona es la carretera alpina Grossglockner, la cual asciende a través de las montañas pasando a los pies del pico más alto del país, el cual le da el nombre a la ruta. Con nuestro auto de alquiler nos aventuramos a través de sus 48 kilómetros y 36 cerradas curvas pasando al filo de un acantilado que curaba el vértigo a los golpes. El camino acababa de ser abierto para la temporada 2016 cuando nosotros lo cruzamos, y en las zonas más altas —más de 2 mil metros— estaba completamente rodeado por la nieve.
El autito que nos llevó a la imponente Grossglockner
Tras completar esta aventura nos ganamos un buen descanso, así que fuimos a pasar la noche al hotel más económico que pudimos encontrar en una zona tan cara como la de los alpes, que resultó ser una enorme casa de dos plantas en lo alto de una colina que dominaba el valle. No había ninguna otra construcción en los alrededores pero no hizo falta, porque los dueños nos prepararon una cena y un desayuno increíbles. Y al final no resultó tan costoso, hemos pagado más por habitaciones compartidas en hostales donde lo único que había a la mañana eran tostadas con manteca.
Bambi cruzando
Nuestra última parada en Austria estaba destinada a ser Innsbruck, una ciudad todavía más cara que las dos anteriores. Así que recurrimos otra vez a internet, esta vez para hacer uso por primera vez en Europa de couchsurfing, la red social en la que los usuarios ofrecen alojamiento gratuito a los viajeros con el único propósito de conocer gente e intercambiar experiencias.
Tras enviar varias solicitudes nos pusimos en contacto con Erwin, un austríaco que nos ofreció el sillón de su casa en el pequeño pueblo de Hall in Tirol, cercano a Innsbruck. Así que pasamos dos interesantes noches con nuestro anfitrión, que incluso nos cocinó una especialidad de la región conocida como gröstl, una exquisitez en base a carne, cebolla y papas. Aprovechamos nuestra estancia para devolver el auto en Innsbruck y conocer la ciudad, la cual nos dejó la misma sensación que las otras: bonita, pero lo imprescindible está más allá de las montañas.
Innsbruck
¿Para qué pagar por ir a la ópera si la podemos disfrutar gratis en la calle?
Hall in Tirol
Fueron diez días intensos en Austria, un país que pasa a integrar tranquilamente el top 3 de los más espectaculares en cuanto a paisajes que hayamos conocido. Siete meses atrás, cuando estos destinos no eran más que un sueño en papel y computadora en el medio de un abrasador desierto, nos mantuvieron con fuerzas para aguantar un poco más. Hoy se cerró el ciclo, y Austria demostró ser todo eso que ya insinuaba en Halls Creek, y más.
¡Qué hermosos lugares, Líder! Qué lindas experiencias. Sin desperdicio.
Qué ganas de ir… Tus blogs nos llevan de paseo con Uds 🙂
Que sigan disfrutando! Besotes de la pandilla.
Gracias Lily! Saludos a todos
valió la pena el sacrificio. la tiró a la mierda a la cumbrecita. si van por Suiza fijate LAUSANNA. Dicen que es precioso. Besitos a los do.
Anotado! Iremos a Suiza a su debido tiempo. Besos!
Me tiraste a un costado con lo poco que conocia de Austria. Toda bella y señorial.